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La dictadura es un régimen gobernado por dogmáticos que pretenden instalar una verdad única. En contraste, la sociedad abierta democrática postula el relativismo de las posiciones políticas.
El grupo iluminado que cree poder realizar el bien absoluto, convencido de que porta la salvación de la sociedad, considera a todo aquel que objete esa creencia como alguien que debe ser extirpado, para lo cual incluso invoca razones morales.
Frente a la arrogancia belicista de los “elegidos”, se entiende el deseo de las sociedades por la democracia. “Se vive en democracia cuando existen instituciones que permiten cambiar de gobierno sin recurrir a la violencia, es decir, sin llegar a la supresión física del oponente”, escribió Karl Popper.
En sociedades abiertas en que las personas deciden con sus acciones el curso de la historia, y en las que se respeta la opinión de las minorías, se evita la intolerancia de los que no aceptan la discrepancia.
Sin embargo, incontables ciudadanos del siglo XX han tenido que soportar regímenes políticos terribles, tanto de derecha como de izquierda. Fascismos y comunismos han afirmado que su propia verdad es la Única Verdad.
Presumieron de conocer el curso entero de la historia y utilizando todo el poder coercitivo del Estado instalaron el gobierno del “pensamiento único”, desplegando contra los disidentes métodos de exterminio físico.
Hay propiamente dictadura cuando la verdad política es algo que tiene que establecer la autoridad, algo que ha de creerse en interés de la homogeneidad ideológica de la sociedad, que se ve como una meta deseable.
El deseo de imponer a una sociedad un credo que se considera saludable para ella –en una actitud claramente mesiánica- lleva a sacrificar la libertad de pensamiento, y a la eliminación física del que piensa distinto.
Entonces, para mover las ideas de la gente en la dirección en la que piensa la elite gobernante, se cierran los canales de expresión, se persiguen las voces disidentes, y se instala la tiranía de la propaganda.
La ideología del régimen, de altanería autosuficiente, justifica los atropellos a los derechos elementales de los individuos y de los grupos sociales que no comulgan con el credo oficial, apelando al interés de “la Nación, el Estado o el pueblo”.
Esa doctrina maquiavélica según la cual “el fin justifica los medios”, lleva no sólo a despreciar la opinión de los demás. Puede conducir también a extremos en los que el poder político declare descartables las vidas de las personas.
Frente a la arrogancia absolutista de las dictaduras, donde prima el abuso de la autoridad, la sociedad abierta postula que ni los gobiernos ni ninguna facción de la sociedad portan la verdad total y completa.
Por tanto, considera la pluralidad ideológica y política como algo inherente a la sociedad, que a la vez se debe incluso estimular. Karl Popper sostiene que en ella anima el espíritu socráctico.
Me emocione lo siento si fue largo pero espero que algo o un pequeño fragmento te sirva y si no es así lo siento.