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Podríamos decir que, en esta, en la primera lectura tomada del libro del Génesis, que hemos escuchado el día de hoy, como que es la última, la última manifestación de Dios en la época de los patriarcas.
Dios le manda a Jacob que salga de la tierra de Canaan y que vaya a Egipto. Recordemos todo aquello de José que había sido vendido por sus hermanos, antes lo querían matar, es rescatado, ahora él es el administrador de Egipto, es el hombre de confianza del faraón y distribuye todas las riquezas.
Jacob está en su lugar, está en carestía en Canaan, está en carestía y vienen a Egipto para surtirse de víveres para comprar y se identificó ayer con sus hermanos, y entonces, ahora el padre viene porque le tiene una tierra especial en Gosén en donde va a vivir ahora Jacob con toda su familia.
Entonces cuando es llamado por Dios, Jacob obedece, confía en la promesa que Dios le hace, cuando le dice “allí te voy a convertir en un pueblo numeroso” fijémonos cómo son las promesas de Dios. Cuando nosotros escuchamos “pueblo numeroso” podemos pensar, un pueblo próspero, un pueblo rico, un pueblo, en fin, que pueda dominar a otros pueblos, y no, resultó que por ser numeroso los egipcios ahora los sacaron, pero eso ya fue en el futuro y después el Señor les entregó la tierra, la tierra prometida que era de donde había salido Jacob.
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