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La arquitectura de las catedrales y las grandes iglesias —basílicas, colegiatas e iglesias abaciales— se caracteriza por la gran escala de los edificios, y tipológica y estilicamente, su diseño sigue alguna de las tradiciones de forma, función y estilo que derivan todas, en última instancia, de las tradiciones arquitectónicas paleocristianas establecidas en el período constantiniano.
Las catedrales, en particular, así como muchas iglesias abaciales y basílicas, tienen formas edificatorias complejas que se encuentran con menos frecuencia en las iglesias parroquiales. También tienden a mostrar el estilo arquitectónico imperante en su época y en ellas trabajaron los mejores arquitectos, maestros de obras y artesanos ocupando un estatus, tanto eclesiástico como social, que una iglesia parroquial ordinaria no tiene. Dado que las catedrales y grandes iglesias solían ser los mejores edificios de cada región, fueron una expresión de orgullo local. Muchas catedrales y basílicas, y buen número de iglesias abaciales, se encuentran entre las obras arquitectónicas más destacadas del mundo, como la basílica de San Pedro, Notre Dame de París, la catedral de Colonia, la catedral de Salisbury, la catedral de Praga, la catedral de Lincoln, la basílica de Saint-Denis, la basílica de Santa María la Mayor, la basílica de San Vital, la basílica de San Marcos, la abadía de Westminster, la catedral de San Basilio, la catedral de la Ciudad de México , la incompleta Sagrada Familia de Gaudí y la antigua iglesia de Santa Sofía, ahora un museo.
Las primeras iglesias grandes datan de la Antigüedad tardía. Como el cristianismo se expandió por todo el mundo, la construcción de iglesias y catedrales dependió en gran manera de los materiales y técnicas locales. Se desarrollaron diferentes estilos arquitectónicos que se propagaron con el establecimiento de las órdenes monásticas, con el traslado de obispos de una región a otra y también por el desplazamiento de los maestros canteros que oficiaron como arquitectos.1 Historiográficamente, esos estilos de los grandes edificios eclesiáticos han contribuido a caracterizar lo que se conoce hoy como arquitectura paleocristianana, bizantina, románica, gótica, renacentista, barroca y varios de los estilos revival (de finales del siglo XVIII a principios del siglo XX).2 Además de las características universales de esos estilos académicos , aparecen superpuestas características regionales, algunas de ellas tan propias de un país o región que aparecen, independientemente del estilo, en iglesias diseñadas con muchos siglos de diferencia.
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