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Respuesta:
El problema de la representación del pasado por los historiadores puede enunciarse en términos de un pacto tácito que se establece entre el lector del texto histórico y el autor. El primero espera que se le proponga un “relato verdadero” y no una ficción. El segundo tiene entre manos el problema de saber si la escritura de la historia puede respetar ese pacto, cómo puede hacerlo y hasta qué punto.
Mi primera tesis es que el problema no comienza con la historia sino con la memoria, a la cual la historia está ligada de una manera que abordaremos más adelante. Si abogo aquí por la anterioridad de la cuestión de la representación mnemónica por encima de la representación del pasado en historia, no significa que me coloco, por razones de circunstancia, en una época de conmemoraciones, del lado de los defensores de la memoria contra los de la historia –dicho propósito me es totalmente ajeno–, sino que el problema de la representación, que es la cruz del historiador, se encuentra ya establecido en el plano de la memoria e incluso recibe allí una solución limitada y precaria que no será posible traspasar al plano de la historia. En ese sentido, la historia es heredera de un problema que se plantea en cierto modo por debajo de ella, en el plano de la memoria y el olvido; y sus dificultades específicas no hacen sino sumarse a las inherentes a la experiencia mnemónica.
Explicación:
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