• Asignatura: Religión
  • Autor: sebastiangarzon959
  • hace 7 años

una historia, en la cual resalte el valor del amor

Respuestas

Respuesta dada por: jobadel7
3

Respuesta:

romeo y julieta

Explicación:

Respuesta dada por: lolita153
5

Respuesta:

Adaptación del cuento popular del sur de África

Esta es la pequeña y conmovedora historia de un muchacho africano que un día conoció la suerte, pero la perdió por faltar a su palabra.

Seetetelané, que así se llamaba, tenía veinte años y era muy muy pobre. Vivía solo en una choza y se alimentaba de pequeños animales que atrapaba con sus propias manos. Cuando no conseguía cazar ni una mosca, engullía frutos silvestres o simples raíces que cocía al fuego de una hoguera. Vivía en la miseria, nada tenía y con sobrevivir se conformaba.

Según dijo estas palabras, el gigantesco huevo se resquebrajó y de su interior salió una chica esbelta, de ojos almendrados y cabello negro hasta la cintura.

Yo… yo… ¿Has sido tú quien ha preparado esta comida?

La joven sonrió.

– Así es.

El joven, todavía bastante aturdido, asintió con la cabeza y se lanzó al plato sin miramientos.

– ¿Sabes? Si quieres puedo quedarme contigo para siempre, pero solo si cumples una condición.

– ¡Oh, claro, sería estupendo!… Dime qué condición es esa.

– Nunca me llames «hija de huevo de avestruz», porque si lo haces, me iré para siempre.

Seetetelané se quedó pensativo.

De acuerdo… ¡Trato hecho!

Las cosas quedaron claras entre ellos y durante varias semanas todo fue de perlas. Primero se hicieron amigos, después se enamoraron y finalmente, se casaron.

Seetetelané cerró los ojos y se dejó llevar por la imaginación.

– ¡Oh, vaya, la respuesta es muy fácil! A mí me gustaría ser rico, tener tierras y vivir en una casa amplia y confortable en vez de en esta casucha.

– Lo que ves es para ti; te lo mereces por ser tan bueno y gentil conmigo.

El joven se pellizcó para comprobar que no se trataba de una alucinación y al hacerlo sus dedos tocaron la suave túnica de seda que le acariciaba la piel.

Con el corazón a punto de estallar de alegría, miró a su encantadora mujer.

– Esposa mía, no solo me has regalado tu amor, sino que has utilizado tus poderes para concederme todos los bienes que un hombre puede desear.

Seetetelané la besó apasionadamente.

Sí, has escuchado bien: dijo las únicas palabras que había prometido no decir jamás y ya nada ni nadie podría reparar el daño.

Sobre el rostro de la muchacha resbalaron las más grandes y amargas lágrimas, y sin decir nada, tal y como había advertido el primer día, se esfumó en el aire y desapareció para siempre.

Seesetelané estaba tan borracho que no se dio cuenta de su torpeza y siguió bebiendo sin parar.

Explicación:

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