Respuestas
Respuesta:
Llamamos inteligencia a la capacidad que un ser vivo tiene de resolver problemas por
medio de acciones que no están programadas de modo instintivo. Para que haya
una conducta como resultado de un aprendizaje (conducta aprendida) es preciso
que el animal la haya adquirido antes por sí mismo o con ayuda de otros animales. El
ser humano es el animal más capacitado en la adquisición de conductas nuevas, por
tanto se puede decir que es el animal más inteligente.
A distintos niveles muchos seres vivos tienen algún grado de conductas aprendidas.
En los mamíferos es donde se manifiesta más intensamente esta propiedad de la
inteligencia. Los primates son los mamíferos más inteligentes, y entre los primates,
tenemos al ser humano.
El ser humano es el animal con cerebro más complejo de toda la naturaleza. Según
nos vamos acercando a animales con conductas más complejas (y cerebros más
complejos) como es el caso de los chimpancés, los aprendizajes se hacen más
sofisticados: se observa y se imita la conducta de los animales del entorno. Este es un
método muy potente de aprendizaje y en el ser humano está multiplicado
exponencialmente por la especial capacidad simbólica de la inteligencia humana:
aprendemos por observación e imitación directa de lo que hacen familiares, amigos,
profesores, terceras personas,...etc y también aprendemos interpretando símbolos en
los libros o en lo que la gente nos cuenta.
La inteligencia por tanto hace posible que adquiramos destrezas (atarnos los cordones
de los zapatos, usar un ordenador, conducir un coche, leer,...) y conocimientos
(creencias diversas sobre nosotros y sobre el mundo) por aprendizaje. Todas las
destrezas y conocimientos que pone en juego el ser humano lo son o para resolver los
problemas relacionados con la supervivencia, en un primer momento, o para resolver
los problemas relacionados con vivir mejor, con mayor bienestar y felicidad.
Explicación:
Antes nos hemos referido a la complejidad del cerebro humano. Los neurólogos han
descubierto que la causa más importante de esta complejidad es la mayor corteza
cerebral (capa externa del cerebro) del ser humano en comparación con el resto de
animales que tienen corteza (mamíferos, y en menor proporción, aves y reptiles). Es
en la corteza cerebral donde se encuentran, entre otras, las funciones del
pensamiento y del lenguaje. Podemos usar símbolos porque pensamos. Pensar
supone usar imágenes mentales recordadas o inventadas para representar el mundo.
Esta importante cualidad que tiene el ser humano (y que en un grado mucho menor
tienen los mamíferos superiores, con cerebros parecidos al ser humano) le permite
predecir el futuro, es decir, hacer suposiciones sobre las consecuencias de lo que ve y
de lo que hace, y trabajar con esas suposiciones en la mente. Ello es muy importante.
Con el pensamiento hacemos tres operaciones básicas:
• Usamos imágenes recordadas de lo que hemos conocido o/y las inventamos.
• Construimos conceptos para identificar en conjuntos nuestras imágenes.
• Razonamos, es decir, relacionamos unos conceptos con otros, en unidades
simples (juicios) o compuestas, en cadenas de juicios (razonamientos).
Los humanos se interesan con su inteligencia pensante por aquello que les motiva, es
decir, por aquello que directa o indirectamente se relaciona con algo que les ayuda a
4
sobrevivir o a vivir mejor. Recordamos que a nivel fundamental las emociones son las
señales de nuestro cuerpo ligadas a cosas que nos motivan, a motivaciones. Por
tanto, la inteligencia pensante humana, al igual que las inteligencias de los demás
seres vivos están integradas con las emociones. En este aspecto, mencionamos los
estudios del neurólogo Antonio Damasio (nacido en 1934). Damasio observa que
nuestra cultura científica europea, en los últimos siglos ha considerado por lo general
lo racional y lo emocional como realidades separadas, y esto es un error. Emociones y
razones van de la mano.
Hay que tener a la vista también otro elemento muy importante, nuestra inteligencia
pensante se desarrolla a través de un aprendizaje continuo en el que, al aprender de
los demás, suponemos también en los demás la inteligencia.