Respuestas
Respuesta:
Nunca faltan quienes dicen que esas monjitas, que se la pasan enclaustradas, rece y rece, deberían salir a atender a tanto prójimo que necesita ayuda. ¿Hay razón en ello? No. Veamos.
San Lucas nos narra en su evangelio (10, 38-42) lo siguiente: en aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano”.
Respondiendo, le dijo el Señor: “Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada”.
Pues lo mismo con las monjitas encerradas, rezadoras. Con una privilegiada vocación, que sin duda debe ser muy fuerte para renunciar a tanto: deciden dedicar su vida, la única que tienen, entera, a alabar al Señor, a sentarse o hincarse a los pies del Maestro, para conversar con Él, que eso es la oración. Vivir largos silencios, meditaciones…
Los santos padres nos lo han dicho varias veces, que las oraciones de esas mujeres y también de los monjes de claustro, varones, son dignas de la atención del Señor. Que, gracias a sus oraciones, pidiendo por la Iglesia, por los hombres en general, por los difuntos, es que Él tiene compasión, misericordia, para atender muchas de nuestras necesidades.
Jesús, reiterativamente, nos enseñó el gran valor de la oración, y pidió a sus discípulos, y a todos nosotros sus seguidores, que oremos, que oremos al Padre, que lo hagamos en Su nombre, y que si lo hacemos juntos, dos o más, lo que pidamos nos será concedido, si esa es Su voluntad, de acuerdo a lo que más nos conviene. Y esas comunidades religiosas de claustro, alejadas del mundo y dedicadas en oración a pedir por nosotros, mueven la voluntad de Dios. El mismo Jesús, nos revelan los evangelios, dedicó mucho tiempo a orar, y en soledad.
Quienes viven en el claustro, dedicando la vida a la oración, han escogido lo mejor (como María, la hermana de Marta), mientras muchos otros se afanan, nos afanamos, a los quehaceres del mundo, sea en la iglesia o fuera de ella, que no está mal, sólo es diferente. El Cuerpo Místico tiene muchas partes distintas, y cada una con su importancia, su rol.
Bien podemos, debemos, dar gracias al Señor de haber inspirado tan enorme gracia vocacional a los religiosos, varones y mujeres, que junto al Señor, oran toda una vida por quienes estamos dedicados a los quehaceres del mundo.
Pero hay algo más: a los del mundo, nos toca tanto dar gracias al Señor por quienes dedican su vida a la oración, como a pedirle por todos ellos, que los cuide, los proteja, les dé la gracias de perseverar en su vocación, y que procure nuevas vocaciones de claustro dedicado a orar, a escoger lo mejor, como María, hermana de Marta.