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Hasta el periodo helenístico, y especialmente en época romana, el término teatro no asumirá ese sentido genérico que ha llegado hasta nuestros días. Es bastante relevante que lo que designa el vocablo haga referencia al lugar desde el que se ve algo, pero no algo en un sentido amplio (podríamos entonces hablar de un simple mirador) sino un hecho que precisaba en época griega, y en la nuestra, de dos componentes esenciales: alguien que ve y alguien que es visto, o lo que es lo mismo público y actores.
Sin esos dos elementos no hay teatro, y tampoco sin algunos otros que entran dentro del campo de las convenciones y los códigos. Nadie actúa para sí mismo (a no ser que tenga algún tipo de patología, o tema que le vigile algún poder numinoso oculto, que podríamos entender también como un tipo de patología), ni va a ver a otro u otros sin el conocimiento ni el consentimiento del que es visto (hablaríamos entonces de voyeurismo, y seguiríamos instalados de algún modo en los ámbitos de lo patológico). En el preciso instante en que alguien intuya, o imagine siquiera, que lo están mirando dejará de ser persona para actuar como personaje, o dejará de ser la persona que denota el concepto etimológico del término (máscara) para modernizar o actualizar su significado.
Actor y máscara griega
Por tanto, el acto simultáneo de ver y ser visto es fundamental en el teatro para los griegos, al igual que para los romanos, aunque estos, quizá guiados por ese sentido práctico de las cosas, preferirán llamar al espacio auditorio, o lugar en el que se oye y extender el término griego a la generalidad del hecho teatral. Hasta hoy en día en algunos teatros de ópera se venden entradas en las que se puede oír la representación aunque no se vea apenas el escenario, pero a nadie se le ocurre vender entradas, y menos comprarlas, para asientos en los que se vea el escenario pero no se oiga.
En cualquier caso, se puede establecer la relación o paralelismo entre los términos con que se designa el hecho teatral, en griego y en latín:
–θεάομαι → -specto→ contemplar un espectáculo; -θέαμα → -spectaculum → espectáculo; -θέατρον → -theatrum → teatro (lugar desde el que se ve un espectáculo).
¿Y cómo eran esos lugares desde lo que se veía y se era visto en la Grecia antigua?
Porque no hay que olvidar que el teatro como espectáculo es, como apunta el profesor Antonio Guzmán, un “género espacial y que requiere un conjunto de relaciones espaciales”. Relaciones que se pueden adivinar ya en ciertos espacios ceremoniales del Egeo durante la Edad de Bronce (Enrile-Fernández Sinde, 2009) aunque tengamos nuestras dudas sobre la teatralidad de estas ceremonias, que se disipan, por el contrario, en el caso de los palacios cretenses, en los que una simple elevación abierta y de extensión indefinida, a modo de grada, fue evolucionando de forma progresiva (hacia la delimitación en escuadra y con un área más marcada donde se celebraría el espectáculo) hacia un concepto de “Ver en diagonal” (Polacco, 1994).
Esta evolución nos lleva a la distinción, que ha devenido en polémica entre algunos estudiosos, entre lo permanente y lo temporal, o si se prefiere, entre la madera y la piedra (e incluso el mármol en el caso de algún teatro romano). La provisionalidad de la representación, o si se prefiere lo efímero, se extiende a las gradas, que debieron de ser de madera en sus inicios, pues hasta la época de Licurgo (s. IV a. C.) no se construyeron graderíos de piedra.
Por lo que respecta a las partes del teatro griego, de forma general se puede hablar de tres elementos que constituyen el edificio teatral: Theatron, orchestra y skené.
El theatron, era el espacio en el que se sentaban los espectadores, llamado también graderío o Koilon. Estaba dividido en sectores y en grupos de gradas, por lo general, dos. En la parte superior de estos grupos de gradas había un pasillo (diazómata) que recorría todo el diámetro de las gradas. En la primera fila del theatron se solía sentar un sacerdote de Dionisos, en la llamada proedria.
La orchestra, literalmente lugar para el baile, por lo general circular, aunque en ocasiones fuera semicircular, era donde se colocaba el coro. Los accesos a la orchestra se realizaban por dos pasillos situados a cada lado que daban nombre también a una de las partes constitutivas de la Tragedia, párodos, literalmente pasillo, y constituían la entrada y salida del coro y personajes como el mensajero, así como la de los propios espectadores antes y después de la representación.