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Las pinturas de Omar Rayo han sido admiradas y criticadas por igual, y sin embargo, un elemento clave de su obra es la originalidad. Sus piezas –inagotables en posibilidades– pueden ser fácilmente reconocidas en las figuras, el trazo de sus líneas y el manejo de las sombras. Sean “frías, racionales, o carentes de emoción” como las calificaron algunos críticos en su momento, no se puede desconocer que los efectos visuales y geométricos que caracterizan las obras de Rayo aportaron al arte moderno y óptico mundial.
Tanto adultos como niños –a quienes el artista consideró los mejores críticos- se han sentido seducidos, en algún punto, por ese juego visual. Un efecto que se genera a partir del dibujo de contornos muy precisos y la mezcla de la técnica de luces y sombras.
Rayo, nacido en 1928 en Roldanillo, un municipio del norte del Valle del Cauca, pasó por diferentes etapas formativas hasta lograr ese estilo místico y de abstracción. Antes de empezar a pintar las cintas entretejidas y sombreadas que le dieron el reconocimiento, el vallecaucano experimentó técnicas como la caricatura y el grabado. Dentro de sus periodos se reconoce el Maderismo, el Bejuquismo, sus famosos Intaglios y una serie de viajes al sur de América, México y Estados Unidos que terminaron por transformar, de manera definitiva, su forma visual.
Explicación paso a paso: