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En el año 2002, una mujer estadounidense de 26 años llamada Lydia Fairchild se encontraba embarazada de su tercer hijo y recién se había separado de su esposo, Jamie Townsend. Lydia solicitó la ayuda financiera de su ex marido, por lo que la corte del estado de Washington le exigió una prueba de ADN para demostrar que Jamie era el padre y así cumplir la aplicación de la manutención.
Los resultados de los análisis de ADN fueron increíbles. Sí, Jamie era el padre de los pequeños, pero ninguna de las muestras de ADN de los niños coincidía con la muestra de Lydia. Aparentemente, Lydia no era la madre biológica de los niños, así que el Estado le arrebató la custodia de sus dos hijos.
El Estado abrió una investigación contra Lydia, pues creían que se trataba de un fraude. ¿Y cómo procedió el Estado? La mantuvieron en vigilancia hasta que dio a luz a su tercer hijo, fruto de su relación con Jamie. Durante el nacimiento se encontraba presente un oficial para evitar la alteración de las muestras sanguíneas.
Entonces el caso se tornó más extraño. Nuevamente, las muestras indicaban que no era la madre biológica del niño que acababa de parir.
Los fiscales que realizaban la investigación buscaron en la literatura médica y encontraron un caso similar que ocurrió en 1998 y que involucraba a una mujer de 52 años llamada Karen Keegan.
Karen sufría de una condición genética que le descubrieron a raíz de un trasplante de riñón que necesitaba. Le hicieron pruebas de compatibilidad a sus hijos para saber si podían o no ser donantes y el resultado fue el mismo que el de Lydia: Karen tampoco era la madre biológica de sus hijos.