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Hace 100 años, la Revolución de Octubre dio inicio a una nueva era en Rusia. Los bolcheviques habían derrocado brutalmente al régimen, colocando así la piedra fundamental para lo que posteriormente fue la Unión Soviética. Era una época de cambios políticos, sociales y económicos radicales. Y también por eso, las celebraciones del centenario de la Revolución Rusa se llevan a cabo en silencio en Rusia.
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Al Gobierno parece resultarle difícil festejar el cambio de régimen, por si a alguien se le ocurren ideas extrañas. Además de los cambios políticos, la Revolución Rusa trajo consigo una era de cambios culturales profundos. Cien años después, en la cultura rusa moderna aún hay numerosos testimonios del legado de esa época, marcada por una euforia creativa en lo que al arte se refiere.
En los años de la revolución, la atmósfera social estaba impregnada por el entusiasmo en la experimentación. La renovación del arte se llevó hasta su máxima expresión, con el surgimiento de movimientos como el suprematismo y el constructivismo, cuyos efectos estéticos se hacían sentir en todas las áreas de la creatividad, desde las bellas artes hasta la arquitectura y la moda.
Innovación en el arte
En aras de la Revolución de Octubre, los artistas rusos pretendían destruir el concepto de arte como medio exclusivo de unos pocos. Se concentraron en que la alta cultura llegara a un amplio público para democratizar el arte. Experimentaban con la abstracción y llevaron ese concepto hasta el límite. El suprematismo, inseparable de pintores como Kasimir Malewitsch, rechazaba cualquier tipo de representación figurativa.
El suprematismo se alimentaba del optimismo acerca de un futuro utópico. Los artistas experimentaban con ideas que creían útiles para un nuevo Estado socialista. El constructivismo, por el contrario, ponía en escena un pragmatismo que se expresaba en la escultura y en la arquitectura. Los representantes más importantes de ese movimiento eran Alexander Rodchenko y Liubov Popova.
Popova era de la opinión que el arte debía ser algo más que decoración. Que debería tener también una función. Ella y Rodchenko le escapaban a los roles tradicionales del arte y, en lugar de eso, diseñaban trajes para el teatro.
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