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Tradicionalmente, las ciencias naturales y sus tecnologías (C y T) han tenido poco peso dentro de la
formación del docente integral, sea éste de Educación Inicial o Primaria, y también ha sido escasa su
presencia en la actividad didáctica de ese docente una vez en ejercicio. Ello perjudica a los niños y niñas
en las aulas, que ven limitadas sus posibilidades de un acceso temprano y estimulante a las áreas
científicas y tecnológicas de la cultura humana. De tal manera se mutila una parte importante de su
educación. Las ciencias naturales son pieza fundamental en nuestro esfuerzo por entender y explicar el
mundo en que vivimos: nuestro planeta, su historia, sus rocas y minerales, sus seres vivos –desde las más
pequeñas bacterias hasta los mayores mamíferos marinos y los más elevados y viejos árboles-, nuestra
propia especie y su evolución, el sistema planetario al que pertenecemos y el Universo todo donde nos
encontramos. Desde pequeños, niños y niñas se hacen preguntas sobre el mundo y el ser humano,
preguntas que la ciencia puede ayudar a contestar y que si quedan sin respuesta tienden a ser cada vez
menos frecuentes: se va apagando la llama del interés y la curiosidad y se hace débil la base cognitiva y
afectiva sobre la que seguir construyendo conocimiento posteriormente (Bransford y otros, 2000; Duschl y
otros, 2007). Claro que la ciencia no ofrece verdades completas ni definitivas, pero sí explicaciones
tentativas más o menos fuertes que importa empezar a abordar en la escuela. Además, no se trata
simplemente de impartir conocimientos en clases magistrales sino de ofrecer ambientes y guía para que
los propios niños y niñas indaguen y actúen, utilizando saberes científicos y en ocasiones también
metodologías científicas.