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Período un tanto impreciso, los historiadores suelen encuadrar la Baja Edad Media entre los siglos XI y XIV para hablar de una etapa de transición entre el mundo medieval y el moderno. La Baja Edad Media sigue perteneciendo al Medievo, pero, en su evolución, los rasgos sociales y culturales medievales van perdiendo ascendencia, mientras se producen una serie de cambios estructurales que contienen los requisitos para el desarrollo de un sistema social cualitativamente nuevo: la Edad Moderna.
Estos cambios profundos se generan por la acumulación de pequeñas variaciones en todos los ámbitos de la Baja Edad Media. En la escena social y económica, el tránsito significó la aparición de una clase de empresarios (asociados en gremios) y otra de asalariados urbanos que trabajaban, ahorraban y consumían en una economía que, con muchas limitaciones, evoca a la capitalista. La inversión de fondos en distintos campos (manufacturero, comercial y agrícola) llevó a buscar personal cada vez más especializado, lo que elevó el nivel general de la instrucción. La educación se volvió más secular, y surgió un interés nuevo por la ciencia y la técnica.