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Postulemos lo siguiente:
Hay un mal cuadro. Hay un buen cuadro. Pero de los dos uno “es” arte. Se trata de pensar las diferencias o mejor de abrir pistas que permitan ese posible distingo.
Se suele decir que un buen cuadro tiene una correcta disposición de cálidos y fríos. Buena quiere decir que armoniza los pasos de tonos a tonos. Que revela una maestría en el juego de los complementarios. Que su dibujo afina con las entradas y salientes del contorno el aire de los volúmenes y que las “leyes” de composición son usadas diestramente. El mal cuadro muestra deficiencias en esta trama de parámetros. Pero postulemos que el buen cuadro así considerado aún no es arte. Se puede pensar que le falta, al buen cuadro, dar una justa expresión de sentimientos, una emoción que llegue a quien lo vea. No, sigamos postulando que ni aún admitiendo que las tuviera y aun por ser necesarias, sería arte. ¿Por que, entonces, lo sería? Los antiguos nos dirán que es Poiesis sólo cuando manifiesta la Musa, cuando es manifestación de la Musa.
El primer verso del más antiguo libro griego, “La Ilíada”,[1] comienza diciéndonos:
“Canta, oh Musa, la cólera de Aquiles”.
Por lo demás en la “Teogonía” de Hesíodo[2] se asiste a la investidura poética de las musas confieren al pastor Hesíodo convirtiéndolo en poeta. Y donde ya se expone la relación de la Musa con el poema es el diálogo platónico “Ion”.[3] La Musa –la divinidad– se manifiesta en el poeta como posesión o delirio (lo sin mente a-mente o de-mente). Y le sobreviene al poeta cuando literalmente abandona o calza su pie en armonía y cadencia. Así fue el arte griego, de allí nace su pie o medida o mesura. Y tal dicen de sí los poetas. Ellos tienen acceso al jardín de las Musas donde se nutren de miel y leche (frutos elaborados, trasmutados por la naturaleza). Ellos son como abejas de flor en flor, siempre en giro (tropos) que es figura. Como canta en la X Pítica, Píndaro:[4]
“La flor de los himnos de alabanza se arroja de un dicho al otro, como abeja”
El arte o poesía (así le llamaremos) es privilegio musaico y no techne (“all’o theos autos estín ó legón”). Es con la razón arrebatada por la divinidad que el menor de los poetas griegos, Tínico de Caléis,[5] dirá el más bello poema. (“Ion” de Platón).
Y el objeto propio del poema no es otro que exponerse lo musaico, a fin de manifestarse así en la palabra o canto. Pero habrá quien no crea en las Musas (aunque yo creo a pie juntillas). Para los no creyentes se puede formular la proposición del siguiente modo: lo propio de la obra de arte no es manifestar ni pensamientos ni sentimientos (todo significado) sino que a través de los que van implícitos en toda palabra o trazo o sonido manifestar la posibilidad misma de tales posibilidades. Aquello que hace posible las posibilidades ante lo que aún es caótico. El caos es todas las posibilidades que así comparecen (como posibilidades) en su mostrarse o apertura o caos que provoca (llama) a cosmos. Las posibilidades constitutivas y no opuestas al cosmos. De hecho cuando las posibilidades se muestran como tales es ya cosmos, al modo como la cabeza por cosmético es rostro, cara, faz. Es la posibilidad misma o trascendencia en cuanto tal, propia del hombre. Es su condición humana. La posibilidad de posibilidades transforma lo que nos rodea, en lo que estamos sumergidos, en meras posibilidades. Que en cuanto son posibilidades se abren a cosmos.
Ese rasgo, trazo, que somos es el que se manifiesta como tal, más allá de los significados, mediante y a través de éstos en el Arte. Sin esa aparición no hay Arte. Digamos que no es ni malo ni bueno el cuadro que lo revela. Está fuera de esos parámetros. No está mal que hoy alguien pinte y muy bien un cuadro impresionista. Será un buen cuadro pero no será Arte. ¿Quiere decir, entonces, que hoy la Musa o la condición humana no se podría manifestar por el impresionismo? Pienso que no se podría. ¿Por qué?, lo veremos en un momento.