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Respuesta:
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Explicación:
Los Chibchas, familia indígena predominante en la Colombia prehispánica cuenta con una mitología única y tan rica e interesante que cada uno de sus capítulos ofrece una visión fantástica del mundo, una de ellas tiene que ver con los valores y principios inculcados a cada miembro de la tribu; una razón que logró convertir a esta familia en una cultura de grandes avances.
Cada comunidad en la historia de la humanidad cuenta con hombres sabios cuyo espíritu puro educa e inspira y en el caso Chibcha, la figura de Bochica es ejemplo de veneración y creación.
Bochica el Maestro de los Muiscas
Un buen día en medio de la rutina Chibcha comenzó a caer agua del cielo, al principio era una lluvia tenue que con el paso de las horas se convirtió en una torrencial lluvia que no se detuvo en cuatro noches, entonces los principales líderes se reunieron ante la emergencia y calamidad que el agua ocasionó: los cultivos fueron arrasados y las viviendas estaban bastante deterioradas.
El Zipa era quien comandaba el imperio Chibcha y sus lugartenientes eran los caciques, juntos decidieron acordar una solución y no encontraron otra que recurrir a un anciano forastero que se alojaba en una meseta.
Ese hombre viejo era de elevada estatura, de tes clara y barba muy larga, con esa apariencia y edad sin duda que en su interior se escondía la sabiduría pues se sabía que había enseñado a cultivar la tierra a varios indígenas que tenían pequeños terrenos y numerosas familias.
Bochica el Maestro de los Muiscas
Los indígenas sabían quién había provocado las terribles lluvias, se trataba de la esposa de Bochica, el anciano extranjero, ella era más joven que él y generó las precipitaciones porque odiaba a los indígenas y no les agradaba que practicaran las buenas enseñanzas impartidas por su esposo.
Como no parecía existir solución a los problemas causados por la lluvia, el Zipa y los caciques fueron a visitar al hombre viejo que en ese momento oraba en el templo sagrado del sol en Sugamuxi. A pesar de que Bochica no entendía por completo la lengua Chibcha, logró hacerse entender hasta con señas y en un momento de la charla se retiró a un lugar tranquilo a orar y meditar, luego de un tiempo regresó al lugar en donde se encontraban los líderes indígenas y les indicó que la solución se encontraba en el sur occidente de la gran sabana de Bogotá.
Bochica el Maestro de los Muiscas
Un gran grupo de indígenas acompañó a Bochica en una travesía por la sabana y al llegar al lugar en donde las aguas se estacaban furiosamente entre las rocas, los árboles y la vegetación, el sabio maestro tomó su bastón y elevando oraciones al cielo tocó las rocas y estas se abrieron y el agua se filtró violentamente formando una majestuosa e imponente catarata que rugía como una bestia y estaba cubierta de espuma, luego el agua se tornó más calmada y quedó para la admiración de todos un hermoso salto de agua que fue llamado como “El salto del Tequendama”.
Bochica el Maestro de los Muiscas
Bochica fue un hombre que no solo enseñó a los indígenas a cultivar la tierra sino que los instruyó en la importancia del respeto y de la vida en paz entre ellos y también con otras tribus, luego de que Bochica hizo tan maravillosa obra con su bastón se retiró del lugar y nunca más se volvió a saber de él y de su esposa.
Bochica es la representación de la bondad y el respeto, por eso significa tanto en la mitología Chibcha y debe ser ejemplo en cualquier comunidad.
Respuesta:
Bochica, anciano de barba larga…La tradición juega un papel muy importante en la cultura colombiana, sobre todo en las actuales comunidades indígenas cuyas costumbres poco tienen que ver con las tradiciones cristianas. Una de estas tradiciones que encontré en una fuente que parece fidedigna y seria cuenta la historia de uno de los dioses más importantes de los Chibchas que habitaban la zona del altiplano cundiboyacense. De todas formas, en mi opinión, la historia contiene demasiadas coincidencias con la religión católica, algo que parece poco probable debido al hecho de hablar de una cultura totalmente diferente de la nuestra y la época mucho más antigua de la llegada de los españoles cristianos a las tierras americanas.
El relato cuenta que en los tiempos remotos cuando todavía la Luna no acompañaba a la Tierra en la meseta colombiana vivía el pueblo Chibcha. Vivían en una tierra pródiga que sin mucho esfuerzo daba dos cosechas al año. Los Chibchas se desarrollaron muy rápido y pronto olvidaron de sus dioses. Dejaron de trabajar, peleaban mucho entre sí y solo se ocupaban de los placeres. En esta situación, Chia, la diosa de la noche, pidió un fuerte castigo para ellos, pero Suá, el Sol y Bachué, la Naturaleza, decidieron darles otra oportunidad. Soplaron sobre la Tierra y engendraron una parte de su deidad en el vientre de una mujer pura y hermosa, esposa de un artesano. De este soplo divino nació un niño al que llamaron Bochica, hijo del Cielo.
Bochica creció como un dios civilizador de los indígenas, les enseñó a los indígenas a sembrar, a fabricar casas, a tejer en algodón y el fique, a cocer el barro y hacer ollas, a construir redes para coger los peces en los lagos y en los ríos, a fabricar arcos y flechas para cazar en los bosques, les dio el calendario, códigos de respeto, de convivencia y les enseñó a amar los dioses. Cuando el pueblo empezó a vivir tranquilo, Bochica desapareció. Pero no había pasado mucho tiempo, cuando los Chibchas volvieron a sus malas costumbres. Para castigarlos los dioses enviaron una sequía tremenda y luego una inundación. Cuando las aguas bajaron, los pocos sobrevivientes vieron llegar entre la bruma que se levantaba al amanecer, un anciano de larga barba que caminaba ayudándose con un bastón.
Bochica otra vez se ocupó de su amado pueblo. Le regalo el fuego que secó sus ropas, que cocinó sus alimentos, que les calentó en las noches… y se quedó con ellos. Cuando sintió que se le acercaba la muerte, se escondió en la montaña.
Después de la muerte del dios ocurrió algo increíble. El monte empezó a emanar un brillo profundo como el fuego que Bochica había entregado a sus hombres después del diluvio. Las piedras brillaban, pero no de color rojo, sino verde como la selva y como el agua de la laguna. Este era el alma de Bochica y su tumba se había transformado en un inmenso depósito de esmeraldas. Esta es la historia del Bochica, un anciano de barba larga y blanca, de piel blanca y ojos azules, envuelto en una manta grande que lo cubría hasta los pies y con una varita de oro en la mano que sacrificó su vida para darles lo mejor a su amado pueblo Chibcha y para quedarse en su memoria para siempre.
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