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Baja temperatura
La cerámica de baja temperatura existe desde hace siglos. De hecho, es de las más antiguas. Vajillas de barro, cuencos, cazuelas u ollas se han realizado durante años siguiendo esta técnica, también conocida como cerámica rústica. Se elaboran a mano y en grandes cantidades para poderlas ofrecer a un precio asequible.
Hoy continúa siendo uno de los principales tipos de cerámica, utilizada en multitud de espacios del hogar, desde la cocina hasta las tejas o las tuberías. Entre las cerámicas de baja temperatura, destaca la terracota (del italiano “tierra cocida”). Presenta una textura blanda, porosa y un característico color rojizo debido a su alta cantidad de óxido de hierro. Ello le da una gran resistencia al calor directo, por ejemplo ante el fuego.
Por otro lado, la textura porosa permite la evaporación a través de la superficie, manteniendo el contenido fresco en ambientes calurosos. Ahora bien, en climas fríos este tipo de cerámica tiende a quebrarse. El motivo es que la porosidad absorbe la humedad y el agua, provocando la rotura si se producen heladas.
La cerámica a baja temperatura normalmente se cuece a 1.000-1.080ºC. Si añadimos arena o chamota al barro, podremos aumentar la temperatura de cocción y disminuir la porosidad. Por ello, contra más alto sea la temperatura más resistente será, algo a tener en cuenta si vamos a realizar piezas para uso doméstico.
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