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En la naturaleza el género masculino ha ideado diferentes estrategias para garantizar que su linaje sea el más exitoso. Pero la de la araña de la pesca (Dolomedes tenebrosus) es probablemente la más extrema de todas: con tal de asegurarse la descendencia, sacrifica su vida: literalmente se muere por ser padre. Así lo afirma un nuevo estudio realizado por expertos de la Universidad de Nebraska-Lincoln.
De acuerdo con los resultados, publicados en Current Biology, el sacrificio del macho parece aumentar el número, tamaño y las probabilidades de supervivencia de sus futuras crías. Las hembras, casi dos veces más grandes que el macho, que se comen a su compañero producen casi el doble de arañas que aquellas a las que se les negó su postre post-sexo. Las crías crecen casi un 20% más y su esperanza de vida es un 50% mayor.
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