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En los últimos años hemos visto movimientos migratorios de gran magnitud. El Banco Mundial lo estima en 250 millones de migrantes internacionales al 2015. Si bien los movimientos de personas entre países suelen tener impactos muy positivos, también es claro que se dan algunas consecuencias que pueden molestar a la población del país receptor. De ahí que este haya sido un tema relevante en elecciones claves del 2016, como el brexit y la presidencia de Estados Unidos.
El desplazamiento de gente entre países puede poner mucha presión sobre el financiamiento de sistemas de salud, educación y asistencia social del país receptor, especialmente cuando suceden de forma masiva. No es raro, además, que entre los migrantes venga alguna “manzana podrida”, que genere problemas de seguridad. Si además los migrantes muchas veces se aíslan sin integrarse a la cultura del país que los recibe, se puede generar una gran desconfianza hacia los nuevos vecinos. Los atentados terroristas de los últimos años han aumentado el prejuicio hacia los migrantes islámicos, complicando aún más el asunto.