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Paulina Ossona (77 años), una de las pioneras de la danza moderna argentina. Organizado por la Asociación de Interacción de Arte-Psiconálisis, el programa incluye "Al acecho", de Ana Deutsch, interpretada por Silvana Cardell; "Aurelia en el aeropuerto", obra y actuación de Cardell; "Zita" y "Escualo", coreografías de Ana María Stekelman que serán representadas por integrantes de Tangokinesis; y las obras "Mater dolorosa" y "Medea", de Ossona, que bailarán Jorgelina Martínez D´Ors y una de sus alumnas, respectivamente. Asimismo, Elizabeth Rodríguez y Leandro Tolosa, del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, harán un dúo de "El Mesías", creación del director del elenco, Mauricio Wainrot.
Precursora de la primera generación dedicada a la danza moderna, Paulina sigue en la brecha con la honestidad y seriedad que la caracterizan. Bailarina, coreógrafa, Ossona dedicó muchas de sus experiencias a la docencia. Su vida es parte de una historia teñida por la vocación, de los esfuerzos de los abridores de fronteras y por la lucha contra la incomprensión que origina lo nuevo y desconocido.
"Las que comenzamos, como Cecilia Ingenieros, Renate Schottelius, María Fux, hicimos un camino que se ha ido abriendo de por sí. En mi caso, no me limité a una sola escuela. Me nutrí de varias, la norteamericana, la centroeuropea y otras. Hice una amalgama de todas, trabajando mucho sola, tanto en la técnica como en la creación, hasta sacar mis propias conclusiones."
Su incursión en la danza moderna fue casi por casualidad. "Amaba y estudiaba ballet clásico, hasta que un día conocí la danza moderna en la práctica, de la que sólo sabía por libros. No me gustaba nada lo que leía, porque era la época en que la danza se dividía en dos bandos, como Montescos y Capuletos."
Giro hacia otros horizontes
"Los modernos atacaban la danza clásica con fuerza y lo mismo sucedía con los aliados al ballet. Mi opinión cambió cuando Margarita Wallmann, que había sido integrante de la compañía de Mary Wigman, figura clave del expresionismo alemán, formó aquí un grupo. Allí empecé a adentrarme en ese estilo. Fue tan fuerte que no sólo me apasionó en aquel momento, sino que nunca lo abandoné. Luego, influyeron mucho Clotilde y Alejandro Sakharoff y Miriam Winslow."
También en aquellos tiempos había discusiones sobre la técnica. Mucha gente de la danza moderna aseveraba que no era primordial. Sin embargo, Paulina dice: "Es imprescindible como medio, no como fin. Cuando más calidad técnica se tiene, mayor es la libertad para decir lo que se desea; así como ayuda tener conocimientos de todos los estilos de la danza".
Llevando un bagaje de variado y rico lenguaje, Paulina hizo giras por Europa, América latina y fundó su grupo Nueva Danza: a los 16, allí comenzó una discípula dilecta, Ana María Stekelman. Porque sus inicios fueron en la danza clásica, Paulina no tuvo problemas en bailar danza moderna tanto con los pies desnudos como en puntas: "Por esa causa fui muy criticada. Para mí, todo era danza, fuese sin calzado o con zapatillas de ballet. También hice cosas por las que me elogiaron. Fui una de las primeras que trabajaron con el tango. No me importaba copiar el baile genuino, sino mostrar el personaje ciudadano tal como yo lo entendía según mi estilo en danza moderna. Lo mismo hice con el "Malambo", de Ginastera."
Casada con el pintor Bruno Venier, se hermanó con las artes plásticas: "El me conducía en lo visual, en el vestuario, la estructura del espacio, la luminotecnia. La danza es tridimensional; por lo tanto, un espectáculo es como arquitectura en movimiento".
La alienta el contacto con los jóvenes: "Mi sugerencia es que estudien y que no se limiten a lo que aprenden con los maestros. A solas hay que asimilar, analizar, desarmar, volver a componer y agregar lo propio. Un bailarín debe embeberse de otras artes. Más que eso, de la vida en general, porque es lo que ampliará su mente, su corazón para que exprese con autenticidad lo que necesita".
espero te sirva.
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