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La caballería ligera estaba armada al estilo usual de la caballería asiática: dos arcos compuestos (uno para distancias cortas y otro para distancias largas), dos carcaj que contenían no menos de 60 flechas, dos o tres jabalinas y una cuerda para usar como lazo. El arco compuesto mongol era incluso más largo que el usado por otras tribus de origen estepario, lo que le permitía tener más de 300 metros de alcance. Se usaban flechas de varios tipos: flechas ligeras de puntas muy afiladas, para lanzamientos a larga distancia; flechas más largas y con una punta más pesada, para lanzamientos a corta distancia, flechas incendiarias, etc.
Los jinetes de la caballería ligera estaban tan acostumbrados a sus armas que eran capaces de cargar el arco y disparar a cualquier lugar que desearan a galope tendido.
Normalmente, la caballería ligera no llevaba ningún tipo de protección, aunque a menudo llevaba una chaqueta acolchada y un pequeño escudo de mimbre forrado de cuero. En combate, sustituían su tradicional gorro de lana por un casco de cuero o en pocas ocasiones de hierro.
La caballería pesada estaba mucho mejor protegida. Llevaban corazas de cuero o cotas de malla laminares y cascos de acero, y sus monturas llevaban protecciones de cuero o acolchadas.
El arma primaria de la caballería pesada era una lanza de más de 3,5 metros de longitud. Un sable curvado, pequeñas hachas de batalla y mazas completaban su armamento.
Todos los guerreros estaban obligados a llevar una camisola de seda, para aumentar la protección. Si una flecha enemiga impactaba en el cuerpo del guerrero, normalmente no podía perforar la seda, evitando que trozos de tela entrasen también en el cuerpo. Así, un cirujano podía extraer la flecha simplemente tirando de la tela.