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La educación está presente en todo lo que hacemos. Durante nuestro día a día, nos educamos y educamos a los demás. Damos ejemplos, vemos actitudes, entendemos nuevos conceptos o conductas… Básicamente, todo lo que nos rodea es educación.
Las películas no son una excepción, por supuesto. Algunas, no tienen un objetivo educativo de por sí: simplemente cuentan una historia o nos hacen entretenernos. Con las películas “infantiles” (entre comillas porque, sinceramente, no creo que las películas de animación solo estén dirigidas al mundo infantil) pasa lo mismo. Algunas buscan entretener. Otras tienen una moraleja… Pero todas educan.
Kubo es una de esas películas que, sin duda, busca contarnos una historia con una gran enseñanza de base. La película nos enseña a aceptar el sufrimiento y la pérdida.
Con una historia muy, muy entretenida, divertida, pero también con momentos bastante duros, Kubo se ha convertido en una de nuestras películas favoritas para ver en familia (y en el aula). Y, por supuesto, en una herramienta maravillosa para trabajar la pérdida en pequeños y mayores.