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El rey va a casar a su hijo con una princesa rusa y prepara una gran fiesta en la que habrá de todo, incluso fuegos artificiales. En palacio reina la alegría, hasta los cohetes que serán lanzados durante la noche de la boda están encantados de estallar con motivo de acontecimiento tan feliz. Los petardos, la girándula, la traca, la bola de fuego desean iluminar el cielo con su pólvora de colores. Pero un cohete que presume de ilustres antepasados, dejándose llevar por la antipática vanidad, a punto está de aguar la celebración. El dibujante Miguel Ángel Martín ha elegido este cuento de Oscar Wilde para ilustrarlo a todo color y Catalina Martínez Muñoz lo ha vuelto a traducir al español para esta edición, como maravilloso regalo destinado a los lectores.
Resumen: Un príncipe se iba a casar y esperaba desde hace un año a su novia: una princesa rusa que era tan blanca como su palacio de nieve. Había venido en un trineo tirado por seis renos. ¡Es como una rosa blanca!, decían todos. El príncipe le dijo: vuestro retrato era hermoso pero tu eres más hermosa.Transcurridos lo tres días se celebró la boda. Luego se hizo el banquete oficial, los novios bailaron el baile de la rosa y el Rey tocó la flauta. La princesa preguntó qué eran los fuegos artificiales y el Rey le respondió que era como la aurora boreal. El pirotécnico del Rey hizo fuegos artificiales para la boda. El día de la boda los fuegos artificiales tuvieron una conversación sobre el amor hasta que llegó un cohete muy presumido y empezaron otro diálogo y el cohete lloró un poco. Cuando llegó la hora de explotar no pudo explotar debido a que estaba húmedo. Llegaron unos obreros para limpiarlo todo y tiraron al cohete al otro lado del muro, entonces se encontró y habló con una rana, una libélula y un pato. Unos niños cogieron el cohete, lo echaron al fuego y voló hasta explotar. listo