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Respuesta:
Hay muchos factores que contribuyen a la dificultad para determinar el impacto directo materno e infantil (tanto antes como después de nacer) del consumo de cocaína durante el periodo de gestación, los cuales son característicamente difíciles de medir. Algunos de estos factores son la cantidad y el número total de drogas que abusó la madre (incluyendo la nicotina), los cuidados prenatales recibidos, la posible negligencia o abuso al niño, la exposición a la violencia, las condiciones socioeconómicas, el estado de nutrición materna, otros problemas de salud y la posibilidad de que la madre haya sido expuesta a enfermedades de transmisión sexual.
Muchos recordarán que los “bebés crack”, es decir, los bebés que nacen de madres que usaron “crack” durante el embarazo, habían sido declarados por muchos como una generación perdida. Se presagiaba que esa generación iba a sufrir daños graves e irreversibles, incluyendo una disminución en la inteligencia y en las habilidades sociales. Más tarde se determinó que esto había sido una gran exageración. Sin embargo, el hecho de que la mayoría de estos niños parecen normales no se debe interpretar como una señal de que no hay razón para alarmarse. Con el uso de tecnologías avanzadas, los científicos están descubriendo que cuando el feto es expuesto a la cocaína durante el periodo de desarrollo, se pueden producir cambios pequeños, pero muy importantes para el futuro en algunos de estos niños, incluyendo carencias en algunos aspectos del rendimiento cognitivo, del procesamiento de información y en la atención a sus tareas, las que constituyen habilidades importantes para que el niño logre realizar todo su potencial.
Explicación:
No obstante, es difícil calcular el impacto total de las consecuencias del consumo materno de la droga y determinar el peligro específico sobre el feto.
Respuest
Explicación:
Objetivo. Dado que la cocaína es una droga con una prevalencia de consumo mantenida con pocas variaciones durante años (e incluso más alta) en muchos países desarrollados y que no se conocen terapias farmacológicas efectivas para el tratamiento de la dependencia de esa sustancia, es conveniente seguir indagando en los mecanismos psicobiológicos por los que esta droga produce adicción. Esta continua labor hace que investigadores de muchos países proporcionen frecuentemente datos que contribuyen a crear un gran cuerpo de literatura científica cuyas conclusiones, a veces, puede ser bueno resumir en artículos de revisión que supongan una puesta al día para otros estudiosos y profesionales del ámbito de las drogodependencias. Material y métodos. El empleo de varios modelos animales comportamentales de drogadicción (auto-administración intravenosa de drogas, condicionamiento de la preferencia de lugar, discriminación de drogas y sensibilización locomotora, entre otros), en combinación con diversas metodologías neurobiológicas (administración intracerebral de sustancias, microdiálisis, fijación y autorradiografía de receptores, hibridación in situ y electrofisiología, entre otros), así como la aplicación de procedimientos de neuroimagen (tomografía por emisión de fotón único [SPECT], tomografía por emisión de positrones [PET] y resonancia magnética nuclear [RMN] funcional, principalmente) a seres humanos drogodependientes nos está permitiendo llegar a un conocimiento más profundo de los factores biológicos y psicosociales que pueden participar en la adquisición y el mantenimiento de la cocainomanía. Resultados. Las numerosas investigaciones realizadas hasta la fecha, tanto en seres humanos como en animales, van delineando poco a poco los procesos neurales básicos por los que la cocaína puede generar dependencia. Entre ellos destacan las alteraciones que esta droga produce sobre la neurotransmisión química de varios sistemas y principalmente del dopaminérgico, serotoninérgico y noradrenérgico. También se ha llegado a conocer que hay una serie de regiones cerebrales donde los efectos de esta droga parecen ser más prominentes y que esas áreas cerebrales suelen estar interconectadas bien anatómica o funcionalmente, constituyendo un sistema neural que media en las acciones reforzantes positivas de los reforzadores naturales y de las drogas de abuso. Dicho sistema es también regulado por estímulos psicosociales que condicionan su respuesta esté presente o no la droga en el organismo. Además, se adapta a la incidencia mantenida de la droga sobre el mismo, lo cual tiene como resultado una progresiva y mayor alteración de las neurotransmisiones afectadas por la cocaína, conduciendo a la dependencia y a patologías orgánicas diversas. Conclusiones. La cocaína es una sustancia psicoactiva con un mecanismo de acción complejo que implica a varios sistemas de neurotransmisores, si bien es el sistema dopaminérgico el que parece participar en mayor grado en las acciones psicoestimulantes de esta droga. Esas sensaciones psicoestimulantes pueden variar en función de las expectativas de los sujetos ante la posibilidad de consumir. Cuando el consumo se instaura de manera regular, la droga produce neuroadaptaciones que parecen mantener el consumo y contribuir, junto con diversos factores psicosociales, a las recaídas en algunos individuos, aun después de prolongados períodos deabstinencia. Simultáneamente a estos efectos sobre el tejido nervioso, la cocaína afecta a otros tejidos corporales generando múltiples consecuencias adversas entre las que destacan sus acciones sobre el sistema vascular cardíaco y cerebral.