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El objetivo de la publicidad es persuadirnos para que compremos productos o contratemos servicios que no necesitamos haciéndonos creer que hemos sido nosotros quienes tomamos la decisión. Pues para reforzar los mecanismos de creación de deseos que confundimos con necesidades, en muchas ocasiones los anunciantes y los creativos publicitarios nos ocultan información esencial sobre lo que nos venden (que de conocerla harían que lo rechazaras) y después intentan convencernos de que estaba ahí y es culpa nuestra si no la vimos.
El fraude de la letra pequeña vestida de camuflaje
A continuación, el fraude número 27 del libro de Rubén Sánchez DEFIÉNDETE de #101fraudes.
"La letra pequeña es pequeña para que no se lea", decía un anuncio de Yoigo (que a veces debería aplicarse el cuento). Efectivamente, en la inmensa mayoría de los anuncios se utiliza no con el fin de ofrecer más detalles ampliando la información, sino para matizar e incluso contradecir lo ofertado en grandes caracteres tipográficos o mediante una locución. Es cuando letra pequeña y publicidad engañosa se convierten en sinónimos.
Hay creativos publicitarios que incluso son disimuladores profesionales de letras pequeñas. Los departamentos de Innovación en Fraudes de algunos anunciantes y agencias de publicidad trabajan duramente para lanzar nuevos inventos como "el tamaño más pequeño de letra capaz de ser leída por el ojo humano si se acerca lo suficiente" o "el traje de camuflaje ideal para que la letra pequeña se confunda con el entorno". Espero que no hayan sacrificado ningún camaleón para diseñar esto último.
"Ahora vente a Vodafone y te regalaremos un descuento de 60 euros en tu factura", prometía el operador en una campaña a finales de 2004. En realidad, el descuento íntegro sólo se aplicaba a los usuarios que tuvieran contratados determinados planes tarifarios y alcanzaran un consumo mínimo mensual de 22 euros durante medio año. Para enterarse de eso había que reparar en la existencia de la letra pequeña, que en la versión de los anuncios en prensa impresa estaba más escondida que el ombligo de una monja. Aparecía en unas borrosas letras blancas sobre fondo gris claro y con un tamaño tan reducido que resultaba casi imposible de leer para quienes reparasen en ella. FACUA denunció a la multinacional y, casi dos años después, Consumo de la Comunidad de Madrid decidió imponerle una multa, si es que se puede llamar así a 7.600 cochambrosos euros.
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que aveses gentes inconcientes no cumplen promesas que prometen y solo hablan por hablar