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Hace exactamente 50 años Gueorgui Gurvitch (o Georges como era conocido en Francia), sufrió un atentado en su apartamento parisino, aunque no consiguió acabar con su vida. El ataque lo llevó a cabo la OAS, una organización terrorista de la extrema derecha francesa bastante activa en los años 60, y responsable de varios atentados a intelectuales franceses, entre sus objetivos tuvieron también a Jean Paul Sartre.
Debido al atentado Gurvitch tuvo que refugiarse en la casa del pintor Marc Chagall. Fue un intelectual brillante, de ahí que muchos sectores reaccionarios en Francia lo considerasen especialmente peligroso por sus declaraciones de apoyo a la independencia de Argelia.
Se adelantó a lo que inmediatamente iba a acontecer a nivel global como la liquidación del colonialismo y la creación de nuevas naciones a lo largo y ancho de todo el mundo.
Inicio revolucionario y exilio
Nació en Novorosíisk, una ciudad al sur de Rusia que da al Mar Negro. Fue bastante activo en las labores revolucionarias del nuevo gobierno soviético instaurado tras la revolución del 17.
Sin embargo algunas críticas a Lenin junto con las duras condiciones de vida de los científicos de esta época en la naciente URSS le empujaron a emigrar, primero a Berlín, después a Praga y finalmente a Francia, país en el que desarrolló la mayor parte de su carrera académica, como docente en la Universidad de la Sorbona, ocupando el puesto que a principios de siglo había ostentado Emile Durkheim.
Una lente social implacable
Fue un prolífico escritor que consiguió observar con una lente crítica bastante fuera de lo común aspectos relacionados con la filosofía del derecho y la forma de practicar la sociología.
En ese sentido, la máxima del sociólogo francés Pierre Bordieu “la sociología es un deporte de combate”, cobra la máxima relevancia en este autor.
Sus detractores, sobre todo los sociólogos americanos le achacaban que no prestaba la suficiente atención a las encuestas de opinión pública, tan habituales en todos los países democráticos hoy en día. Su visión de la investigación social iba más allá.
Cuando murió Gurvitch el 12 de diciembre de 1965, el novelista francés y sociólogo Jean Duvignaud publicó en un artículo en ‘Le Monde’ poco después de su muerte:
“Después de todo, en el siglo pasado el laboratorio de Marx fue la Comuna de París, como el de Gurvitch fue la revolución de 1917, el 'new deal' y el Frente Popular. La intensa participación, el compromiso en las situaciones vivientes de una época son quizá más aclaradoras que las encuestas sobre un medio abstracto.”
Su enorme influencia llega hasta el punto que como señala el prestigioso sociólogo español, José María Pérez Agote “fue el creador de dos perspectivas ampliamente utilizadas por la sociología contemporánea: la perspectiva macro y micro sociológica”.
La perspectiva macro es la que trata los fenómenos sociales como si fueran grandes procesos, por ejemplo el análisis de las recientes revoluciones de la ‘Primavera árabe’, entrarían dentro de esta categoría.
La perspectiva micro tendría que ver con las relaciones cotidianas del individuo en la sociedad; como puede ser una simple transacción monetaria en el supermercado.
Algo que a simple vista puede ser evidente revolucionó el enfoque de investigación en el ámbito académico de la sociología.
Reconstruyendo la noción de ‘ley’
En el ámbito del derecho acuñó la noción de pluralismo jurídico, término que hace referencia a la coexistencia en un mismo plano de varias perspectivas normativas, de ahí que este concepto rompa con la visión clásica de que el Estado es la única fuente de derecho.
Ahí donde haya un grupo social, habrá una serie de normas específicas que rigen a este grupo concreto, que a su vez puede ir más allá y afectar al resto.
Pensemos, por ejemplo, en una organización mafiosa que haciendo caso omiso a las normas estatales genera sus propias normas que son cumplidas de forma estricta por sus componentes o un centro educativo, de trabajo, la familia… con normas que son ‘ley’ en ese entorno grupal.
Una influencia poco reconocida
Lo cierto es que no ha sido el único sociólogo ruso marginado por el ámbito académico internacional, Pitirim Sorokim también pertenece a este grupo, a ambos se les ha negado un lugar en el Olimpo de los grandes clásicos de la sociología.
Esperemos que un futuro no muy lejano se le reconozca el mérito y podamos ver de una vez por todas a un sociólogo ruso en los manuales clásicos de sociología de todos los países del mundo.
Gurvitch ha muerto, ¡viva Gurvitch!