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En uno de mis documentos favoritos, la Declaración de Seneca Falls o Declaración de los sentimientos se afirmaba “La historia de la Humanidad es la historia de las repetidas vejaciones y usurpaciones por parte del hombre con respecto a la mujer, y cuyo objetivo directo es el establecimiento de una tiranía absoluta sobre ella. Para demostrar esto someteremos los hechos a un mundo confiado”. Lo bien cierto es que muchas de las reivindicaciones planteadas por los hombres y mujeres que se reunieron en Séneca en 1848 se han incorporado a la letra de las leyes de buena parte del mundo. No obstante tenemos que seguir sometiendo a consideración muchos déficits, muchas discriminaciones que se practican cotidianamente y que viene a suponer que el concepto de ciudadanía, rico en sus contenidos, no tiene una plasmación en la realidad que colme las expectativas crecientes de las mujeres feministas o de algunas maneras comprometidas.
Al relacionar las mujeres y la ciudadanía recordamos la historia de una exclusión, a la que sin duda se habrán referido brillantemente algunas de nuestras ilustres ponentes. Si antiguamente se cuestionaba que las mujeres tuvieran alma, posteriormente se les reserva su lugar en la naturaleza y se les impide el paso a la cultura, a “lo publico”. Según Rousseau, las mujeres vinculadas como están en la familia no pueden pensar en el bien común, son incapaces y por lo tanto deben mantenerse en un estado de precivilidad, no debe tener derechos, deben incluso por su propio bien permanecer bajo la autoridad simbólica y real de los varones. Afortunadamente una mujer sabia, Mary Wollstonecraft (1792) al escribir la obra fundacional del feminismo como filosofía política, reivindicando los derechos de las mujeres, argumentó que si la libertad, los derechos y la ciudadanía se consideran un bien, no hay ninguna razón ni en la naturaleza ni en otro lugar por la cual excluir a la mitad de la humanidad de ese bien. A Olympia de Gouges, su compromiso y “osadía” al escribir, frente a la excluyente Declaración de Derechos del hombre y del ciudadano, la “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana», le llevó a la guillotina. Junto a algunas mujeres excepcionales, incluyendo también a Madame de Stael, algunos hombres como Condorcet y posteriormente, en el XIX, John Stuart Mill, (este último en colaboración con su esposa H. Taylor), filosofo del sufragismo, teorizaron acerca de la ilegitimidad de la exclusión. La conquista de los derechos políticos, del derecho al voto, como es sabido costó tiempo y sufrimientos, fue un proceso lento y doloroso, desigual y en algunos lugares de la tierra y a pesar de las Declaraciones internacionales, sigue existiendo la exclusión. Estamos todavía lejos de conseguir la autonomía personal, de alcanzar la ciudadanía plena, del respeto a la diversidad.
Cuando hablamos de ciudadanía no se trata sólo de una nueva mirada sobre el espacio de convivencia donde se organizan nuestras vidas, espacio donde se ejercitan nuestros derechos y libertades donde el uso y el reparto del tiempo y del espacio son determinantes para nuestra calidad de vida.
Cristina de Pizan, contra la misoginia, proyectó una ciudad para las mujeres dignas, mas sólida que la sociedad construida por las valerosas amazonas, donde van a refugiarse las mujeres denostadas. Las propuestas actuales o contemporáneas con las que más nos identificamos abarcan a todas las mujeres, a los seres humanos. Implican la transformación urbana, un salto desde el punto de vista físico, económico, social y cultural, política urbana que contribuya a hacer de las ciudades estructuras sociales mas igualitarias, no sólo entre clases sino entre géneros, como dicen M. Castells y J. Borja. Donde la diversidad sea enriquecedora y donde la dignidad sea posible. Si en las grandes ciudades se hicieron visibles por primera vez las mujeres solas, desencadenando prejuicios, temores, sospechas, en difíciles condiciones vitales, hoy surgen nuevas marginaciones, exclusiones y soledades protagonizadas o mejor sufridas por mujeres. Por todo ello es importante que se hayan elaborado propuestas como la Carta europea de la mujer en la ciudad, una Declaración de 12 puntos que propugna la ciudadanía activa y la ciudad como memoria organizada. Pretende contribuir a una nueva filosofía de planificación urbana, para alimentar de forma constructiva un verdadero debate democrático que tenga en cuenta las necesidades y las aspiraciones de los ciudadanos y ciudadanas, nuevos equilibrios, una sociedad más emancipada, más libre, con mayor cohesión y armonización social. En Italia se redactó la Carta itinerante de la mujer y un proyecto de ley sobre los tiempos, con la finalidad de crear un marco de compatibilidad, un nuevo sistema de valores y nuevos estilos de vida, a partir de la idea de que el tiempo no es dinero, es sobre todo y fundamentalmente vida, riqueza personal y social.
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por que antes los hombres pensaban que las mujeres eran mas de casa que de trabajo haci que eran menos ante el poder del hombre ya que segun eramos personas con mas delicadesa pero haora se sabe que la mujer tiene las mismas capacidades del hombre en algunos casos
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