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Respuesta:El 1 de agosto de 1914, el diario chileno El Mercurio de Valparaíso publicaba unas líneas que resultaron previsoras: “Convulsionada Europa, como lo estamos temiendo, nuestra vida de nación, tan íntimamente ligada a ella, recibirá un golpe funesto, no solo por lo grande, sino por lo inmediato. Vivimos una vida artificial, de entradas extraordinarias, no de las normales. No producimos nuestros consumos. Nuestro pan se está haciendo de harina importada; la carne que consumimos nos viene de afuera. Sin la renta del salitre no podremos subsistir: su restricción obraría en el acto en toda la economía nacional y muy especialmente en la administración pública”.
Atento a esas reacciones de la prensa, Rinke cuenta que “cuando en agosto de 1914 las noticias del estallido de la guerra se esparcieron por América Latina, los principales periódicos estaban llenos de editoriales que comentaban los eventos usando metáforas dramáticas. Los periodistas hablaban de la ‘gran catástrofe de la historia humana', que había sumergido al mundo en una crisis de proporciones todavía desconocidas”. Latinoamérica se hacía consciente de los acontecimientos y reaccionaba. Al final del conflicto, ya los países habían tomado partido de acuerdo con sus necesidades económicas y diplomáticas. “Ocho países se unieron a los Aliados declarando la guerra a las Potencias Centrales; cinco rompieron relaciones; siete se mantuvieron neutrales”, enumera Rinke.
El académico alemán, que lleva años investigando la Primera Guerra y terminará su trabajo sobre el tema en 2015, aclara que la “contribución latinoamericana no fue decisiva, aunque en muchos casos ciudadanos alemanes fueron apresados y sus propiedades confiscadas. Las declaraciones de guerra introdujeron una nueva dimensión en las relaciones entre Europa y América Latina”. La imagen de Europa cambió para los latinoamericanos, que veían ahora al Viejo Continente como un lugar desgastado, decadente, que traicionó la civilización con un retroceso a la barbarie. Esto, dice Rinke, fue agradecido por “los movimientos nacionalistas, revolucionarios, indigenistas, sindicalistas, universitarios, de jóvenes o de mujeres, que adoptaron estas percepciones negativas” a su favor.
Y hoy, ¿qué queda hoy de la Gran Guerra para los latinoamericanos? Esa es una de las preguntas que Rinke espera responder en su libro. Por ahora, adelanta a DW una reflexión. “Ya al inicio de la guerra los latinoamericanos habían percibido la importancia que ésta tendría en su propia realidad. Tanto en términos económicos como culturales la guerra dio lugar a movimientos emancipatorios. La guerra no los provocó, sino que los catalizó, y se hicieron sentir en muchos lugares. Decían representar la juventud y la modernidad, y por lo tanto serían el polo opuesto de la vieja Europa y de la vieja oligarquía de sus propios países. En su retórica, ellos eran la generación del futuro mientras que el viejo sistema era una cosa del pasado, destruida por la guerra”. Ese cambio cultural es, para el experto, “una herencia de la Primera Guerra Mundial” que queda hasta ahora.
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