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La libertad y la responsabilidad
En lo que se refiere a nuestras acciones, lo primero que salta a la vista es que la conducta humana no es mecánica, es decir, no está regida únicamente por leyes físicas pero tampoco por un conjunto de respuestas uniformes a los estímulos que el medio le proporciona como podrían serlo los reflejos. Mientras que los animales se comportan de la misma manera en las mismas situaciones de acuerdo con su especie, el ser humano presenta una variedad de comportamientos que sobrepasa la previsión, hasta el punto de que, por muy bien que conozcamos a una persona, no podemos predecir con exactitud qué va a hacer ante una situación determinada. Es cierto que los seres humanos somos predecibles en términos estadísticos, pero nunca en términos individuales.
La determinación
Los seres humanos sólo estamos determinados por leyes lógica y mátemáticas en lo que respecta a nuestro ser objetivo, a nuestro carácter de sustancias y de sustancias externas y a otras leyes como las físicas o las biológicas en lo que respecta a nuestro cuerpo. En ese caso podemos decir que esas leyes universales y necesarias nos atan y nos dirigen como si se tratase de carriles, como cuando caigo de un cuarto piso cumpliendo la ley de la gravedad o levanto la pierta cuando me golpean con un martillito en la rodilla. Las características que yo tengo o lo que mi cuerpo realiza siendo empujado por esas leyes, sin intervención de mi voluntad, no pueden ser considerados acciones mías, sino sólo movimientos, que pueden ser explicados por medio de procesos causales como cualesquiera otros movimientos en el mundo físico, como un rayo producido por una tormenta o el choque de un meteoríto contra la Tierra.
Una libertad condicionada
En lo que respecta a nuestra razón o a nuestra capacidad de decidir está claro que la nuestra no es tampoco una libertad sin límites. Hay también una serie de leyes sociales, políticas, históricas, culturales, etc. que hacen que, en muchos casos, no sea lo mismo decidir una cosa que otra, que nos empujan en una dirección o en otra presionándonos de distintas maneras: Por miedo a un castigo o por deseo de conseguir algún tipo de recompensa. Eso hace que, a veces, se hable también de necesidad social, histórica o política. Pero esa necesidad sólo es metafórica. Esas leyes no nos atan, como las otras, sino que sólo pueden influir en unas decisiones que, al final, tomaremos nosotros/as, por eso decimos que nos condicionan con más o menos fuerza. Una amenaza, una ley, una norma o una orden pueden ejercer sobre nosotros/as un determinado grado de coacción, que puede llegar a ser muy intenso pero que, en ningún caso impedirá que sigamos siendo nosotros/as quienes tomemos la decisión.
En este sentido, el ámbito de la libertad en nada puede ser mermado por una coacción exterior; la coacción exterior puede presentarnos alternativas más o menos «duras», pero nunca quitarnos la posibilidad de decidir en ellas; podrá ser una «estupidez» el que yo prefiera que me fusilen antes que disparar contra el «enemigo», pero yo puedo cometer esa «estupidez» y, por lo tanto, mi decisión de disparar es una decisión libre, una decisión de la que soy responsable. Yo soy responsable de todos mis actos, inclusive de aquellos que —según suele decirse— me son «impuestos» por (por ejemplo) una norma social, una ley civil o cualquier otra cosa semejante; la obligatoriedad de todas esas normas consiste en que, si no las cumplo, se siguen tales o cuales consecuencias desagradables, pero soy yo quien elige entre la norma y las consecuencias desagradables. (Felipe Martínez Marzoa Iniciación a la filosofía)
Condicionamiento no es, por tanto, determinación. Que nuestra libertad tenga límites no significa que no exista. Todos los factores que acabamos de nombrar y aun otros no anulan nuestra capacidad de tomar decisiones y de plantearnos posibilidades. Podremos realizar unas y otras no, pero nada nos impide pensarlas, y, sobre todo, nada nos puede impedir adoptar, ante los hechos de nuestro entorno y ante nuestras propias vivencias, las actitudes que creamos más oportunas. Tenemos libertad para diseñar nuestro proyecto personal de vida, aunque en dicho proyecto se puedan detectar diversas influencias, orientaciones y condi
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