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Varios autores han llevado a cabo comparaciones entre el nazismo y el estalinismo, entre las cuales surgen temas como las semejanza y diferencia entre ambas ideologías, cómo estas conclusiones afectaron el entendimiento de la historia del siglo xx, así como la relación que podía existir entre ambos regímenes y por qué ambos adquirieron importancia al mismo tiempo.
Las respuestas a estas interrogantes permanecen en disputa.1 Durante el siglo xx, la comparación entre el estalinismo y el nazismo estaba basada en los asuntos del totalitarismo, la ideología, y la personalidad. Se percibía que ambos regímenes tenían más similitudes que diferencias y, por ende, ambas hacían contraste con el Occidente liberal.2 Teóricos políticos como Hannah Arendt, Carl Friedrich y el geoestratega Zbigniew Brzezinski eran partidarios prominentes de esta interpretación «totalitaria».3
las diferencias
Sus objetivos eran opuestos y se combatieron entre sí en una guerra feroz, pero sin embargo los regímenes de Hitler y Stalin eran extrañamente similares en rasgos como el culto al líder, la movilización coreográfica de grandes masas, la propaganda obsesiva e incluso el propósito incumplido de levantar en sus respectivas capitales edificios de una grandiosidad sin precedentes: el Palacio de los Soviets de Moscú y la Sala del Pueblo de Berlín. Examinar sus similitudes y sus diferencias representa por ello un excelente medio de aproximarse a uno de los grandes enigmas de la Historia, el de las raíces de la locura totalitaria que afectó a Europa en el pasado siglo.
El historiador británico Richard Overy, de quien hace dos años pudimos leer un excelente libro sobre la victoria militar que salvó la democracia (Por qué ganaron los aliados, Tusquets, 2005), se ha enfrentado a la cuestión en Dictadores, una obra brillante y exhaustiva, que a menudo se aparta de los lugares comunes por su énfasis en la importancia de los valores morales en el devenir histórico. Se suele pensar que tiranos sanguinarios como Hitler y Stalin eran seres amorales que regían mediante el terror a poblaciones atemorizadas por la policía política. Por el contrario Overy describe unos regímenes basados en fuertes convicciones morales que lograron una fuerte adhesión a sus objetivos utópicos, ampliamente aceptados por unas poblaciones que colaboraron con entusiasmo en la represión de los supuestos enemigos del pueblo mediante una avalancha de delaciones. Una descripción que resulta mucho más inquietante y que atribuye los rasgos característicos de ambos regímenes a una inversión moral, es decir a la ruptura con los valores morales universales de la tradición occidental.