• Asignatura: Castellano
  • Autor: Lucianita2222
  • hace 9 años

resumen de el libro sangre de campeon


Lucianita2222: es para el lunes lo nesesito porfa
Niniquito: de qué tamaño?
Lucianita2222: de que tamaño que
saulmerizalde: resumen corto
Lucianita2222: si porfa
saulmerizalde: q capitilo
Lucianita2222: podria ser todp

Respuestas

Respuesta dada por: Normanmente
395

Sangre de Campeón es una novela del escritor mexicano Carlos Cuauhtémoc Sánchez, la cual relata la historia de Felipe, un niño de 12 años, quién tiene un hermano menor de 8 años, a quien, al tenerle celos, por poco lo asesina al empujarlo de una plataforma a una piscina, a diez metros de altura.

Posterior a ello, y al debido castigo implementados, al hermano le descubren cáncer en la sangre a los días, cuando luego de caerse de una escalera por estar ayudando a Felipe, lo hospitalizan.

Gracias a ello, hubo muchas actitudes y acciones negativas por parte de Felipe, debido al momento tan difícil que, tanto él como su familia, atravesaban. Así mismo, posterior al diagnóstico, se le realizaron diferentes pruebas a la familia, para encontrarse con que Felipe era el único compatible para la donación de médula ósea, para su hermano.

Por lo que, a pesar del miedo, Felipe entra en intervención quirúrgica, donde se complica la extracción de médula ósea y, en plena anestesia, se le aparecen unos ángeles felicitándolo. Posterior a ello, la intervención dio éxito y el hermano se salva, y son recibidos con una fiesta sorpresa en su casa.

Respuesta dada por: ROANAARLOZANO
45

Respuesta:

Explicación:

Mi hermano sufrió un terrible accidente y estuvo a punto de morir.

Era un día soleado. Nos encontrábamos nadando en la alberca del club deportivo, cuando Riky pidió permiso para ir

al trampolín. Se lo dieron. A mi, tal vez me lo hubieran negado. Él era el hijo perfecto: alegre, ágil, simpático y buen

estudiante. Yo, en cambio, tímido, torpe y sin gracia; todo me salía mal. Como soy el mayor, siempre me decían que

debía cuidar a mi hermanito.

Riky salió de la alberca y caminó hacia la fosa de clavados. Sentí coraje y fui corriendo tras él. Lo rebasé y subí

primero las escaleras del trampolín. Trató de alcanzarme. Venia detrás de mi; podía escucharlo jadear y reír.

Como siempre, él pretendía llegar a la plataforma de diez metros para llamar la atención desde arriba y lanzarse de

pie, derechito como un soldado volador. Luego, mis padres aplaudirían y me dirían: “¿viste lo que hizo tu hermanito?

¿Por qué no lo intentas?”

Jamás había podido arrojarme desde esa altura, pero esta vez me atrevería. No permitiría que Riky siguiera

haciéndome quedar en ridículo.

Llegué hasta el último peldaño de la escalera y caminé despacio. Un viento frío me hizo darme cuenta de cuán alto

estaba. Respiré hondo. No miraría hacia abajo.

-¡Hola, papá! ¡Hola mamá! –grité -. Allá voy.

Avancé decidido, pero justo al llegar al borde de la plataforma, me detuve paralizado de miedo. Riky ya estaba tras

de mí. Me dijo: -¡Sólo da un paso al frente y déjate caer! ¡Anda, sé valiente!

Tuve ganas de propinarle un golpe, pero no podía moverme.

-¿Qué te pasa? -me animó -. No lo pienses.

Quise impulsarme. Mi cuerpo se bamboleó y Riky soltó una carcajada.

-¡Estás temblando de miedo! Quítate. Voy a demostrarte cómo se hace.

Llegó junto a mí.

-¡Papá, mamá! Miren.

Mis padres saludaron desde abajo. Cuando se iba a arrojar, lo detuve del brazo.

-Si eres tan bueno –murmuré -, aviéntate de cabeza, o de espaldas. Anda. ¡Demuéstrales!

-¡Suéltame!

Comenzamos a forcejear justo en el borde de la plataforma.

-¡Vamos! –repetí -. Arrójate dando vueltas, como los verdaderos deportistas.

-¡No! ¡Déjame en paz!

Mis padres vociferaban histéricos desde abajo:

-¡Niños! ¡No peleen! ¡Se pueden a caer! ¡Se van a lastimar! ¿Qué les pasa? ¡Felipe! ¡Suelta a tu hermanito!

Riky me lanzó una patada. Aunque era más ágil, yo era más grande. Hice un esfuerzo y lo empujé; entonces perdió

el equilibrio, se asustó y quiso apoyarse en mí, pero en vez de ayudarlo, lo volví a empujar.

Salió por los aires hacia un lado.

Me di cuenta demasiado tarde de que iba a caer, no en la alberca, sino afuera, ¡en el cemento! Llegaría al piso de

espaldas y su nuca golpearía en el borde de concreto.

Escuché los gritos de terror de mis papás. Yo mismo exclamé asustado:

-¡Nooo!

Muchas cosas pasaron por mi mente en esos segundos: El funeral de mi hermano, mis padres llorando de manera

desconsolada, los policías deteniéndome y llevándome a la cárcel de menores. De haber podido, me hubiese

arrojado al aire para tratar de desviar la trayectoria de Riky y salvarle la vida.

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