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Preámbulo histórico de la pandemia
A comienzos del siglo XX, existía en Chile una serie de registros que avalaban la trayectoria histórica de la gripe. Uno que sin dudas merece ser citado es el del salubrista e historiador , quien la describió como una de las epidemias que regularmente asolaron al país en el período colonial, fenómeno que retrató citando el año 1737, hito que formó parte de la pandemia que se inició en Europa e ingresó a América por el virreinato de Nueva España. En ese año su presencia intimidó a la población y dio pábulo para "mil incidentes y supercherías"2. Estos hechos, sostuvo Ferrer, constituyeron un terreno fértil para los curanderos y hechiceros, y una demostración palpable del estado de inseguridad social que generan las epidemias. A juicio del historiador J.N. Hays el carácter moderno de esta pandemia estuvo determinado por el papel que desempeñaron los medios de comunicación en la rápida difusión de la influenza hacia el Oeste, específicamente el ferrocarril y la navegación a vapor3. En efecto, en octubre de 1889 la influenza se hizo presente en San Petersburgo, y enero de 1890 se registraron los primeros casos en Buenos Aires, Ciudad del Cabo, Tokio, San Francisco, entre otras ciudades. Esa evidencia permite a varios historiadores suscribir a la perspectiva de análisis que entiende la globalización a partir de la difusión de las pandemias, como el caso de la influenza, aunque, naturalmente, no es el único caso histórico ilustrativo puesto que el cólera desempeñó un papel similar durante el siglo XIX. Más allá de las comparaciones que podamos establecer en este plano, lo cierto es que el impacto de la influenza hacia el 1900 fue un fenómeno registrado a nivel intercontinental.
Junto a lo anterior, nos parece pertinente invocar otro factor que permite atribuir una estampa de modernidad a esa pandemia y que tiene relación con la capacidad de respuesta que demostró la comunidad médica internacional ante la presencia de la influenza. Esto por cuanto el evento biológico de 1889-1890 fue analizado por una medicina que contaba con bases científicas, y que en la práctica, por citar un ejemplo preclaro, recurrió a la emergente bacteriología para indagar sobre el microorganismo causante de la enfermedad. Es así que los trabajos del investigador alemán Richard Friedrich Pfeiffer encarnan no sólo una manera de conocer metódicamente la causa de la influenza, sino que una nueva mirada sobre el mundo inspirada en el poder de las ciencias decimonónicas.
Nuestro país no fue la excepción en ese escenario puesto que a comienzos de la década de 1890 alumnos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, examinaron la presencia de la enfermedad con ocasión de la ola pandémica que afectó a nuestro país, la cual para el joven facultativo José Luis Meléndez era "comparable con el exceso producido por el cólera asiático"4, y cuyas causas eran objeto de debate debido a que algunos médicos las atribuían a "variaciones ozométricas" y otros al "frío y la humedad." En la misma perspectiva científica, en 1893 Carlos Camus Luco subrayó en primer lugar un par de atributos distintivos de la enfermedad: primero, su velocidad de propagación, puesto que gozaba de "una extrema facilidad para propagarse de un punto a otro invadiendo, en pocos días, ciudades enteras i aun continentes, distinguiéndose en esto del cólera i demás que necesitan de algún tiempo para generalizarse"5; y, segundo, su alcance universal puesto que millares de individuos eran atacados sin hacer distinción de sexo o condición social, cualidad que Meléndez también resaltó. Camus Luco observó además que pese a que se registraban casos en todas las estaciones del año, era el invierno la etapa predilecta para su propagación y aunque atacaba a todas las personas, su contagio se concentraba en los viejos y en los "individuos debilitados o valetudinarios." Un aspecto que el joven médico remarcó fue que la influenza era una enfermedad infecciosa, no obstante su "causa eficiente" no estaba plenamente determinada. La hipótesis que gozaba de un gran respaldo era la que atribuía la existencia de la enfermedad a un bacilo, como los trabajos de Pfeiffer en Berlín habían elucidado, afirmó el joven médico chileno. Respecto al bacilo, agregó que los investigadores "lo habían visto en la sangre de los enfermos en el período febril i lo han visto desaparecer en la convalecencia"6. Si bien contribuían al desarrollo de la influenza la humedad, la temperatura y el resto de las condiciones atmosféricas, ellas tenían un carácter secundario ante la existencia del "germen causal."