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La reconstrucción de diversas corrientes políticas luego de la infausta Guerra del Pacífico mostró, nuevamente, la instalación de partidos de notables. Esto es, militancia reducida, de élite y básicamente oligárquica. Finalmente, la reducida población electoral no exigía nada más. El escenario fue el siguiente:
El Partido Liberal y Constitucional: el 24 de enero de 1884 se reunieron diversas personalidades de la élite política entre los que se encontraban: José María Quimper, el general José Miguel Medina, Pedro Manuel Rodríguez, Juan Francisco Pazos, Dionisio Derteano, Carlos Lissón, Camilo Carrilo y Luis Felipe Villarán. Se constituyeron en junta directiva del nuevo Partido Liberal, cuyo nombre buscaba evocar la corriente doctrinaria anterior a 1870 para dotarla de un ligamento común. Lo presidió, inicialmente, José Miguel Medina, quien luego de su muerte fue reemplazado por José María Quimper. Apoyaron políticamente a Cáceres para oponerse a Nicolás de Piérola y, por lo tanto, a Miguel Iglesias a quien este apoyaba, anunciando posteriormente, en alianza con el civilismo, la fundación del nuevo Partido Constitucional. El nombre derivaba del propósito de dar plena vigencia a la Constitución de 1860. Fundado en julio de 1884 con el ánimo de llevar al poder al héroe de la Breña, Andrés Avelino Cáceres. Fue, inicialmente, presidido por el dirigente civilista Aurelio Denegri y el liberal José María Quimper.
El Partido Nacional y el Partido Demócrata: en un clima de quiebre de post guerra, el mismo julio de 1884, Nicolás de Piérola fundó el Partido Demócrata. Anteriormente, en 1882, el Califa había fundado el efímero Partido Nacional, en plena ocupación chilena. Recibía el mismo nombre del partido gobernante jefaturado por Manuel Ignacio Prado. Poco duró este primer partido de Piérola, quien al poco tiempo salió del país. Partido sin programa, tuvo entre sus fundadores a Antonio Arenas como presidente, a Nicolás de Piérola, Aurelio García y García, José Antonio de Lavalle, Rufino Torrico, José Lino Alarco, Ricardo Palma, Eduardo Villena y Manuel P. Olaechea. Si bien Piérola no aparece como jefe, el papel de caudillo lo llevó a ser su verdadero conductor. Este primer partido pierolista le negó su apoyo al gobierno de Francisco García Calderón para otorgarlo al general Iglesias, por entonces jefe superior del norte. Una vez que Piérola rompe con este último, y ante el desprestigio de los "nacionales", forma el Partido Demócrata, de mayor trascendencia que el primero. Además de él, formaban la junta directiva demócrata, Serapio Orbegozo, Federico Panizo, Bernardo Roca y Bologna, Antonio Bertín, Manuel Olaechea, Lorenzo Arrieta, Lino Alarco, Manuel Jesús Obín, Manuel A. Rudolfo y Carlos de Piérola. Por su posición inicial y su composición directiva, el Partido Demócrata era un partido conservador: Como bien señala Carlos Miro Quesada Laos, en él se refugiaban hombres del antiguo régimen baltista y aún quienes habían servido a Pezet y a Echenique.
Pero el desarrollo de estas organizaciones se encontraba marcado por el tipo de origen de las mismas, vale decir, su relación estrecha con el caudillo político. El civilismo era de alguna manera el único sector que representaba en forma más directa a un sector de la clase dominante que, sin embargo, se encontraba incapacitado de poder tomar en sus manos, en forma inmediata, el poder político. Es en 1890 en que se rompió la armonía entre civilistas y caceristas. El momento en que Cáceres decide apoyar la candidatura de Morales Bermúdez. Sin los civilistas, se reorganiza la Junta Directiva del Partido Constitucional. En adelante iba a ser un partido eminentemente militar entre los que destacaban Canevaro, Muñiz, Eléspuru, Borgoño, entre otros. El civilismo, por su lado, se preparaba, no sin astucia, para su vuelta al gobierno vía su acercamiento con Nicolás de Piérola.
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