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El personaje más interesante en Ojos grandes (2014) no aparece en la película; se manifiesta en ella con una voz confusa, en ocasiones brillante y crítica; en otras complaciente y simple: es la voz del auteur. Tim Burton es claramente un defensor de Margaret Keane (Amy Adams), pero no le niega al guión de Scott Alexander y Larry Karaszewski la oportunidad de golpear sus obras. De manera similar al crítico cinematográfico de 8 1/2 (1963), de Federico Fellini, el crítico de arte del New York Times John Canaday (Terrence Stamp) aparece como una voz erudita, fastidiosa, pero portadora de un criterio más elevado que el del artista, muchas veces inconsciente de sus propias motivaciones e ideas. Su presencia, como la de Ruben (Jason Schwartzman), el dueño de una galería que se niega a recibir las pinturas de Walter Keane (Christoph Waltz), significa la aparición no sólo de la crítica, sino de una crítica: la del arte en el tiempo de la reproducción mecánica, en la que ahondó Walter Benjamin.
La imprenta que al inicio de Ojos grandes copia una imagen tras otra de uno de los famosos niños de ojos grandes que pintaba Margaret Keane es un resumen del pensamiento de Benjamin, que en los años 30 veía venir la masificación del arte. En el filme, Walter Keane, un talentoso vendedor, se convierte en el inventor de la reproducción masiva. Cuando nota que las obras de su esposa ya no se venden, idea el distribuirlas en pósters y libros que las convierten en comodidades. Ruben reacciona con horror: “Cristo, es un movimiento”. A pesar de los pataleos de los admiradores de Rothko y Kandinsky, es el llamado a la vulgaridad y el instinto de marketing el que triunfa. Pero hay contradicción fundamental con estas ideas que se preparan desde el comienzo, cuando aparece una cita de Andy Warhol expresando su admiración por Keane. Esto y la representación de Margaret Keane como una mujer genuinamente decidida a expresar su interior apuntan al pensamiento de Burton mientras la crítica se acentúa cuando Canaday enfrenta a Walter o cuando éste le pide a su esposa que no mencione nombres complicados como Modigliani.
Al final, la película resulta dividida entre dos perspectivas del kitsch: la que lo aplaude y lo reivindica, y la que lo desprecia y lo ridiculiza. Burton se muestra indeciso, a diferencia de Ed Wood (1994), donde se le notaba confiado en rescatar al director de cintas risibles como la clásica Plan 9 del espacio exterior (1959). Su falta de firmeza daña el discurso de la cinta y sobre todo sus aspectos más brillantes, que describen la vulgarización de la labor artística en nuestro tiempo, dominada por las casas de subasta y los criterios de algunos círculos influyentes, raras veces expertos. En los días de Damien Hirst y otros bastardos de Marcel Duchamp, era urgente que Ojos grandes denunciara a Walter Keane, no que celebrara a Margaret.
Explicación: bueno hice mi mayor intento de resumir pero toca leer bien para encontrar la respuestachaoo