• Asignatura: Derecho
  • Autor: mariaalejaescobarsae
  • hace 8 años

ayuda necesito un resumen del cuento El niño del no y el agua por favor audame y te ayudo

Respuestas

Respuesta dada por: twisal2007
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EL NIÑO DEL NO Y EL AGUA

“Érase una vez un muchacho muy, muy desobediente al que

su familia llamaba “el niño del No”, porque cada vez que le

ordenaban hacer algo, él hacía lo contrario. Si le decían que

se levantara, él se quedaba en la cama. Si le decían que se

vistiera, él se quedaba en pijama. Así una cosa tras otra y

por eso su familia acabó olvidando su verdadero nombre y

siempre se referían a él como “el niño del No”. Se pasaba las

horas viendo la televisión o delante de su ordenador y no

respetaba ni a nadie ni a nada. Por ejemplo: si iba al baño,

dejaba la luz encendida, y cuando le decían que la apagara

él respondía: “ahora, ahora”, pero no se movía del asiento.

Si abría la nevera, la dejaba abierta y, cuando le decían que

la cerrara, él respondía: “ahora, ahora”, pero no se movía

del asiento. Siempre hacía lo contrario. Un día de esos en los

que tienes la sensación de que va a ocurrir algo mágico “el

niño del No” abrió el grifo del lavabo para lavarse la manos,

pues las tenía pringadas de chocolate y se fue al salón a ver

la tele, dejando el grifo abierto. Su padre, al oír caer el agua

desde la cocina, le dijo: “¡Cierra el grifo!”, y “el niño del No”

respondió “ahora, ahora” y siguió viendo la tele. Su madre,

al oír caer el agua desde su despacho, le dijo: “¡Cierra el

grifo!”, y “el niño del No” respondió: “ahora, ahora” y siguió

viendo la tele. Su abuelo, al oír caer el agua desde su cuarto,

le dijo: “¡Cierra el grifo!”, y “el niño del No” respondió:

“ahora, ahora” y siguió viendo la tele. Al cabo de un buen

rato, “el niño del No” sintió sed y gritó desde el sillón: “papá,

tráeme un vaso de agua”, pero nadie respondió. Entonces

gritó: “mamá, tráeme un vaso de agua”, pero nadie

respondió. Entonces gritó: “abuelo, tráeme un vaso de

agua”, pero nadie respondió. Refunfuñando, se levantó para

beber un vaso de agua pero, cual fue su sorpresa cuando, al

abrir el grifo, no cayó ni una gota. “¿Dónde está el agua?”,

se preguntó, y empezó a buscarla por todas partes. La buscó

en los cajones y en los armarios, en las habitaciones y debajo

de las camas, buscó en el trastero y hasta miró por la

ventana por si el agua se había ido de paseo. Entonces

pensó: “grifo tonto, seguro que se ha atascado”, y metió uno

de sus dedos en el grifo para comprobarlo. Y en aquel

momento, desde el dedo que tenía dentro del grifo hasta los

dedos de los pies, “el niño del No” se convirtió en una gota

de agua y se coló por el desagüe. Mientras se deslizaba por

las tuberías como si bajara por un enorme tobogán “el niño

del No” gritaba “¡que no sé nadar!” Y estuvo cayendo y

cayendo hasta llegar a un río subterráneo. Allí se encontró

con otras gotas que le miraban raro. Él decía: “¿qué miráis?”,

y las gotas respondían “glub, glub”. Sin saber hasta dónde

iba, recorrió junto a las otras gotas el camino del río

subterráneo hasta llegar a una laguna, donde millones de

gotas esperaban.

“¿Qué hacéis aquí?” – preguntó “el niño del no”. Y las gotas

respondían: “Glub, glub”. Una gota que hablaba el lenguaje

de los niños, se acercó y le dijo: – “Vamos a crear

electricidad”. – “¿Para qué?”, preguntó el niño. – “Para

muchas cosas”, respondió la gota. “Para que tengas luz en

tu casa, para que los electrodomésticos, como la nevera o la

lavadora funcionen… ¿Quieres ayudarnos? Ninguna gota

sobra”. Y “el niño del no”, para no variar, contestó: “no.

Prefiero irme a mi casa a jugar con el ordenador”. “Pues para

eso hace falta electricidad”, le explicó la gota. De repente,

una gota que parecía mandar más que las otras gotas, dio la

orden y todas las gotas se prepararon para crear energía.

Como si fueran una sola, se abalanzaron contra una pared,

formando montañas de espuma, mientras el niño del no las

observaba desde atrás. Miraba cómo trabajaban juntas,

cómo sudaban la gota gorda para que él pudiera tener

electricidad en su casa y recordó lo que le había dicho la gota

que hablaba el idioma de los niños: “ninguna gota sobra”. Y

sintió por dentro algo que sólo se puede sentir en uno de

esos días en que algo mágico puede ocurrir: sintió la

necesidad de ayudar. Y se unió al resto de las gotas para

crear energía. Cuando hubo terminado, se coló por una

cañería y regresó nuevamente al grifo de su casa y se

transformó en niño nuevamente. Dio muchos besos y

abrazos a sus padres y abuelo y, aunque ellos no creyeron

su historia, comprobaron que algo había cambiado, porque

si le pedían que pagara la luz, en lugar de decir “ahora,

ahora…”, decía “ahorra, ahorra…” y la apagaba corriendo,

pues había comprendido la importancia de ahorrar energía y

el enorme esfuerzo que suponía crearla. Y con el tiempo

dejaron de llamarle “el niño del no” y recuperó su nombre.

Respuesta dada por: NAUJZ
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Respuesta:

Erase una vez un muchacho muy, muy desobediente al que su familia llamaba «el niño del No», porque cada vez que le ordenaban hacer algo, él hacía lo contrario. Si le decían que se levantara, él se quedaba en la cama. Si le decían que se vistiera, él se quedaba en pijama. Entonces gritó: «abuelo, tráeme un vaso de agua», pero nadie respondió. Refunfuñando, se levantó para beber un vaso de agua pero, cual fue su sorpresa cuando, al abrir el grifo, no cayó ni una gota.

«¿Dónde está el agua?», se preguntó, y empezó a buscarla por todas partes. - «¿Para qué?», preguntó el niño.

- «Para muchas cosas», respondió la gota. «Para que tengas luz en tu casa, para que los electrodomésticos, como la nevera o la lavadora funcionen... ¿Quieres ayudarnos? Ninguna gota sobra».

Y «el niño del no», para no variar, contestó: «no. Prefiero irme a mi casa a jugar con el ordenador»

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