• Asignatura: Castellano
  • Autor: juniorsantiago12
  • hace 8 años

Lee el texto y reconoce algunos rasgos realistas en él.

LA VORÁGINE

Los aborígenes del bohío eran mansos, astutos, pusilánimes, y se parecían como las frutas de un mismo árbol.
Llegaron, desnudos, con sus dádivas de cambures y mañoco, acondicionadas en cestas de palmarito y las descargaron sobre el barbecho, en lugar visible.
Dos de los indios que manejaron la canoa, traían pescados cocidos al humo.
Cuidadosos de que los perros no gruñeran, fuimos al encuentro del arisco grupo, y después de una libre plática en gerundios y monosílabos castellanos, resolvieron los visitantes ocupar un extremo de la vivienda, el inmediato a los montes y a la barranca.
Con indiscreta curiosidad les pregunté dónde habían dejado a las mujeres, pues ninguna venía con ellos. Apresuróse a explicarme el Pipa que era imprudencia hacer tan desusadas indagaciones, so riesgo de que se alarmaran los celosos indios, a cuyas petrivas les fue negado, por tradicional experiencia, mostrar incautamente su desnudez a forasteros blancos, siempre lujuriosos y abusivos.
Agregó que no tardarían en acercarse las indias viejas, para ir aquilatando nuestra conducta, hasta convencerse de que éramos varones morigerados y recomendables.
Dos días después apareciéronse las matronas, en traje de paraíso, seniles, repugnantes, batiendo al caminar los flácidos senos, que les pendían como estropajos. Traían sobre las greñas sendas taparas de chicha mordicante, cuyos rezumos pegajosos les goteaban por las arrugas de las mejillas, con apariencia de sudor ácido. Ofreciéronnos la bebida a pico de calabaza, imponiendo su hierático gesto, y luego rezongaron malhumoradas al ver que el Pipa pudo saborear el cáustico brebaje. Rivera, José Eustacio. (1946). La vorágine. Bogotá D.C.: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Editorial ABC, pp. 130-131.

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  • Los aborígenes del bohío eran mansos, astutos, pusilánimes, y se parecían como las frutas de un mismo árbol.
  • Dos de los indios que manejaron la canoa, traían pescados cocidos al humo.
  • Con indiscreta curiosidad les pregunté dónde habían dejado a las mujeres, pues ninguna venía con ellos.
  • Dos días después apareciéronse las matronas, en traje de paraíso, seniles, repugnantes, batiendo al caminar los flácidos senos, que les pendían como estropajos.
  • luego rezongaron malhumoradas al ver que el Pipa pudo saborear el cáustico brebaje
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