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La lectura de El Quijote nos proporciona una visión muy parcial de la economía a finales del siglo XVI . Primero, porque sus andanzas discurren por apartados caminos, sin tocar casi ciudad alguna, en unas tierras de La Mancha en que nos topamos, casi siempre, con rebaños, agricultores y algunos mercaderes deambulantes.
Pero, sobre todo, porque el idealismo quijotesco está muy alejado de dineros y negocios. Como corresponde a un idealista caballero andante «desfacedor de entuertos». Su fuerza está en sus palabras y, si es necesario, en sus armas; nunca en sus dineros ni en su sabiduría sobre cómo funciona el mundo real. Desde el principio, cuando no puede pagar a un ventero, se asombra de sus exigencias:
Preguntéle si traía dineros; respondió que no traía ni blanca (moneda sin valor equivalente a la mitad de un mísero maravedí) porque él nunca había leído en las historias de caballeros andantes que ninguno los hubiera traído. A esto dijo el ventero que se engañaba: que puesto caso que en las historias no se escribía. por haberles parecido a los autores de ellas que no era menester escrebir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse como eran dinero… llevaban bién herradas (repletas) las bolsas por lo que pudiera sucederles.
Al volver a casa y antes de emprender su segunda salida, dió orden de buscar dineros y vendiendo una cosa y empeñando otra y malbaratándolas todas llegó a una razonable cantidad.
Antes de meternos en terrenos económicos más complejos, creo que lo primero es aprender a contar en escudos, ducados, reales y maravedíes, las monedas de aquellos tiempos. Después comentar, por encima, el papel de juros, censos o títulos de comercio y revisar el papel de los agentes financieros y productivos.
La moneda de oro, para pagos importantes y atesoramiento, era el ducado (aunque algunos seguían haciendo sus cuentas en escudos, de valor muy similar y que venía utilizándose desde tiempos de los Reyes Católicos).
Como referencia de valor, a Cervantes le indemnizaron con 22 ducados por sus heridas de guerra en Lepanto, la mitad del sueldo anual de un capitán. Una buena cátedra en la Universidad de Salamanca suponía unos ingresos anuales de 200 ducados; pero un estudiante podía vivir con apenas un par de ducados al mes. Entre sus aventuras, cuentan a Don Quijote que han condenado a galeras durante cinco años a un reo por una falta de 10 ducados.
Para transacciones menos importantes se utilizaba el real de plata (11 reales por ducado) y para las muy reducidas el maravedí (375 por ducado). En unas de sus primeras aventuras, Don Quijote rescata al criado de un agricultor al que estaba apaleando y obliga a este a pagar el sueldo atrasado a siete reales por mes.
Otra referencia es el valor de un ficticio original en árabe de El Quijote (que el autor sólo habría traducido) que compra en el barrio judío de Toledo, como un legajo de papeles viejos, por medio real, aunque hubiera pagado, gustoso, hasta seis.
El maravedí (y no digamos la blanca) se utiliza para compras de muy escaso valor. Refiriéndose a Dulcinea, Sancho reconoce que «no vale dos maravedíes» como posible futura gobernadora consorte de una ínsula que le promete Don Quijote.
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