• Asignatura: Biología
  • Autor: serenarodino948
  • hace 7 años

d-¿Cómo hizo Pasteur para demostrar definitivamente que la generación espontánea era una idea errónea? Explica brevemente el experimento que diseñó.

Respuestas

Respuesta dada por: BL4Z3G4M3R
0

Desde antiguo los campesinos han observado cómo en lugares yermos llenos de barro nacían ranas, serpientes u otros animales. Ante este aparente milagro, es lógico que supusieran que el lodo poseía una fuerza misteriosa capaz de crear seres.

Este prodigio no era exclusivo del barro. En el Ramayana, un libro sagrado del hinduismo, se menciona el nacimiento espontáneo de insectos a partir del sudor y la basura. Y en China se creía que los pulgones nacían súbitamente de las plantaciones de bambú en las épocas cálidas y húmedas.

La idea de que en circunstancias adecuadas la vida puede originarse a partir de la materia inerte se conoce en términos científicos como generación espontánea. Se trata de una teoría, del todo errónea, que ha servido para explicar la naturaleza y el desarrollo de la vida desde los inicios de la civilización.

Un error incuestionable

Para los pensadores clásicos, la generación espontánea era una certeza indudable. Aristóteles afirmó que “todo ser viene de la vida, no solo a partir del emparejamiento de animales, sino también de la descomposición de la tierra y del estiércol”. Por ello, no descartaba que los humanos pudiéramos provenir de los excrementos. Algunos de los sabios más destacados de los siglos XVII y XVIII, como Descartes y Newton, continuaron dando por cierta esta noción científica.

Gran número de científicos seguía pensando que la materia contenía una sutil fuerza vital

Sería un médico y poeta italiano, Francesco Redi, quien sembraría las primeras dudas al respecto. Lo hizo en 1668 mediante un experimento sencillo y eficaz. Introdujo diversos trozos de pescado y carne en unos tarros. Unos los tapó con una gasa; otros los dejó al descubierto. Al cabo de unos días observó que los envases destapados estaban llenos de larvas de mosca. Los cubiertos, en cambio, solo las albergaban sobre la superficie.

Redi comprobó que las larvas habían crecido a partir de huevos puestos por moscas, y que la contaminación de los tarros abiertos se debió a la acción de estos insectos, y no a una supuesta generación espontánea. Con el tiempo, los estudiosos admitieron que en vasijas selladas no crecía ningún tipo de gusano o insecto. Pero ello no significó, ni mucho menos, la muerte de la generación espontánea.

Gran número de científicos seguía pensando que la materia contenía una sutil fuerza vital. Parecía que algunos experimentos les daban la razón. Si se hervía durante unos minutos una infusión o un caldo de carne en un frasco hermético, al cabo de unos días en estos aparecían signos de alteración o de descomposición. Pero si se mantenían en ebullición durante más de media hora, su contenido no se veía perturbado.

Retrato de Louis Pasteur en 1880.

Retrato de Louis Pasteur en 1880. (Dominio público)

Algunos científicos argumentaban que esto último se producía porque el calentamiento excesivo había destruido la fuerza vital contenida en la materia orgánica del medio nutritivo. Por entonces se desconocía que existen muchos microorganismos resistentes al calor y que estos no se eliminan por completo mediante un ligero hervor.

Guerra de laboratorio

A mediados del siglo XIX la comunidad científica se hallaba dividida. A un lado se posicionaban los que creían que el aire y los objetos contenían elementos contaminantes (pólenes, esporas, bacterías...) responsables de la descomposición de líquidos nutritivos aislados en un frasco. Al otro, los que sostenían que la vida podía surgir en un entorno estéril cerrad o.

Entre los primeros se encontraba el gigante de la biología Louis Pasteur, y entre los segundos Félix-Archimède Pouchet, un respetado naturalista de Ruan. Ambos entablaron una polémica epistolar a raíz de unos experimentos que dieron pie a Pouchet a alegar que la generación espontánea podía demostrarse de forma empírica.

En una de sus pruebas, Pouchet selló un matraz lleno de agua destilada y hervida y lo colocó boca abajo en un recipiente lleno de mercurio para evitar que entrara aire. Tras varios procedimientos, introdujo en él una madeja de heno, calentado a 100 ºC. Una semana después, Pouchet observó maravillado que la infusión de heno estaba llena de microorganismos. Aquello era, en su opinión, una prueba irrefutable de que la vida había surgido espontáneamente.

El mercurio que Pouchet había empleado para cerrar el paso a los microorganismos tenía polvo en superficie

Así se lo hizo saber a Pasteur en una carta. Pero la respuesta de este avivó aún más el debate: era imposible que Pouchet hubiera sido tan cuidadoso. Pasteur estaba convencido de que, durante la obtención de la infusión de heno, se había colado algún agente contaminante. Pero le resultaba difícil saber cuál, ya que su oponente parecía haber sido muy escrupuloso.


serenarodino948: gracias pero un poco largo no,0 ganas de leer ajjaaj
serenarodino948: que breve
BL4Z3G4M3R: si verdad
BL4Z3G4M3R: soy el mas rapido
serenarodino948: ahre que la buscaste en google y la pegaste
serenarodino948: mentiroso JJAJA
Respuesta dada por: davidsinh
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Respuesta:

Desde antiguo los campesinos han observado cómo en lugares yermos llenos de barro nacían ranas, serpientes u otros animales. Ante este aparente milagro, es lógico que supusieran que el lodo poseía una fuerza misteriosa capaz de crear seres.

Este prodigio no era exclusivo del barro. En el Ramayana, un libro sagrado del hinduismo, se menciona el nacimiento espontáneo de insectos a partir del sudor y la basura. Y en China se creía que los pulgones nacían súbitamente de las plantaciones de bambú en las épocas cálidas y húmedas.

La idea de que en circunstancias adecuadas la vida puede originarse a partir de la materia inerte se conoce en términos científicos como generación espontánea. Se trata de una teoría, del todo errónea, que ha servido para explicar la naturaleza y el desarrollo de la vida desde los inicios de la civilización.

Un error incuestionable

Para los pensadores clásicos, la generación espontánea era una certeza indudable. Aristóteles afirmó que “todo ser viene de la vida, no solo a partir del emparejamiento de animales, sino también de la descomposición de la tierra y del estiércol”. Por ello, no descartaba que los humanos pudiéramos provenir de los excrementos. Algunos de los sabios más destacados de los siglos XVII y XVIII, como Descartes y Newton, continuaron dando por cierta esta noción científica.

Gran número de científicos seguía pensando que la materia contenía una sutil fuerza vital

Sería un médico y poeta italiano, Francesco Redi, quien sembraría las primeras dudas al respecto. Lo hizo en 1668 mediante un experimento sencillo y eficaz. Introdujo diversos trozos de pescado y carne en unos tarros. Unos los tapó con una gasa; otros los dejó al descubierto. Al cabo de unos días observó que los envases destapados estaban llenos de larvas de mosca. Los cubiertos, en cambio, solo las albergaban sobre la superficie.

Redi comprobó que las larvas habían crecido a partir de huevos puestos por moscas, y que la contaminación de los tarros abiertos se debió a la acción de estos insectos, y no a una supuesta generación espontánea. Con el tiempo, los estudiosos admitieron que en vasijas selladas no crecía ningún tipo de gusano o insecto. Pero ello no significó, ni mucho menos, la muerte de la generación espontánea.

Gran número de científicos seguía pensando que la materia contenía una sutil fuerza vital. Parecía que algunos experimentos les daban la razón. Si se hervía durante unos minutos una infusión o un caldo de carne en un frasco hermético, al cabo de unos días en estos aparecían signos de alteración o de descomposición. Pero si se mantenían en ebullición durante más de media hora, su contenido no se veía perturbado.

Retrato de Louis Pasteur en 1880.

Retrato de Louis Pasteur en 1880. (Dominio público)

Algunos científicos argumentaban que esto último se producía porque el calentamiento excesivo había destruido la fuerza vital contenida en la materia orgánica del medio nutritivo. Por entonces se desconocía que existen muchos microorganismos resistentes al calor y que estos no se eliminan por completo mediante un ligero hervor.

Guerra de laboratorio

A mediados del siglo XIX la comunidad científica se hallaba dividida. A un lado se posicionaban los que creían que el aire y los objetos contenían elementos contaminantes (pólenes, esporas, bacterías...) responsables de la descomposición de líquidos nutritivos aislados en un frasco. Al otro, los que sostenían que la vida podía surgir en un entorno estéril cerrad o.

Entre los primeros se encontraba el gigante de la biología Louis Pasteur, y entre los segundos Félix-Archimède Pouchet, un respetado naturalista de Ruan. Ambos entablaron una polémica epistolar a raíz de unos experimentos que dieron pie a Pouchet a alegar que la generación espontánea podía demostrarse de forma empírica.

En una de sus pruebas, Pouchet selló un matraz lleno de agua destilada y hervida y lo colocó boca abajo en un recipiente lleno de mercurio para evitar que entrara aire. Tras varios procedimientos, introdujo en él una madeja de heno, calentado a 100 ºC. Una semana después, Pouchet observó maravillado que la infusión de heno estaba llena de microorganismos. Aquello era, en su opinión, una prueba irrefutable de que la vida había surgido espontáneamente.

El mercurio que Pouchet había empleado para cerrar el paso a los microorganismos tenía polvo en superficie

Así se lo hizo saber a Pasteur en una carta. Pero la respuesta de este avivó aún más el debate: era imposible que Pouchet hubiera sido tan cuidadoso. Pasteur estaba convencido de que, durante la obtención de la infusión de heno, se había colado algún agente contaminante. Pero le resultaba difícil saber cuál, ya que su oponente parecía haber sido muy escrupuloso.

Explicación:


serenarodino948: te haces el gracioso no,se la copiaste
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