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Últimamente el idioma se nos está complicando más de la cuenta allá donde menos podíamos esperar. El lío se produce con dos monosílabos que creíamos elementales. El sí y el no. O, si lo prefieren, la afirmación y la negación, lo positivo y lo negativo. Parecían dos nociones manejables, pero dejan de serlo cuando uno lee, por ejemplo, la noticia de que el ciclista Astarloza ha dado no negativo en el contraanálisis de sangre. Todos entendemos que quiere decir dopado, o, si lo prefieren, positivo; pero entonces, ¿por qué someter las palabras a la incertidumbre de estos acertijos? No hay ninguna necesidad de sumar dos negaciones para construir una afirmación, y sin embargo es lo que se hace, como si de esa manera el positivo del deportista fuera más venial, menos culposo. En el mismo orden de cosas, la medicina empieza a llamar 'heridas incompatibles con la vida' a lo que antes eran, tajantemente, heridas mortales. Negar para afirmar, otra vez.
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