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La primera de las tres conclusiones de este estudio es que el fraude puede adoptar una amplia gama de formas, desde las violaciones de procedimiento a la ley electoral (con o sin la intención de alterar los resultados) hasta el abierto uso de la violencia en contra de los votantes. Segunda, aun cuando la manipulación del voto es parte integral de la competencia electoral, rara vez desempeña un papel decisivo. En todo caso, el fraude debilita la estabilidad política, ya que puede ser crucial cuando se trata de una contienda muy reñida. Tercera, la fabricación de votos se incrementa con la desigualdad, pero la competencia, moldeada en parte por las instituciones, determina las estrategias de los partidos en cuanto al fraude electoral se refiere.
¿Qué es el fraude electoral? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Cuáles son sus causas y consecuencias? Éstas son preguntas para las cuales no contamos con muchas respuestas, a pesar de que las acusaciones de que un partido gana una elección debido al fraude no son inusuales. Las elecciones del 2 de julio de 2006 en México, por ejemplo, generaron un conflicto postelectoral en el que el candidato presidencial del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Andrés Manuel López Obrador, impugnó los comicios que daban la victoria al candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón. Sus acusaciones de que el gobierno federal y el Instituto Federal Electoral (IFE) habían conspirado en su contra, cobraron fuerza porque los resultados indicaban que Calderón ganó la elección por 0.51% de los sufragios emitidos o menos de 283 831 votos válidos (Aparicio, 2006; Schedler, 2007).
Si, a modo de aproximación inicial, se define al fraude electoral como el recurso a acciones clandestinas para alterar los resultados electorales, se esclarecen las razones por las cuales los estudios académicos sobre el tema no abundan. Nadie que haya adulterado las urnas querrá dejar un rastro de pruebas incriminatorias. Asimismo, el fraude constituye un difícil objeto de estudio para los científicos sociales porque las fuentes más copiosas para acometer la tarea, ya sea de testimonios o denuncias partidistas de chanchullos electorales, no son "objetivos". Pero esos obstáculos no son insuperables; de hecho, una vez reconocida la existencia de importantes áreas del quehacer humano que suelen escapar a la mirada del científico social y sin embargo se les estudia (por ejemplo, la criminalidad y la sexualidad humana), no hay razón para suponer que el fraude es empíricamente inextricable.
En este trabajo se hace una evaluación crítica del pequeño grupo de estudios donde se discuten los tipos, la magnitud y los factores determinantes del fraude electoral. Al igual que los entomólogos, los historiadores y algunos científicos sociales concentran sus esfuerzos en la clasificación y descripción de actividades fraudulentas. De hecho, los historiadores son de los pocos analistas que van más allá de los intereses anecdóticos o lascivos de tantas crónicas de lo electoralmente ilícito: relatos que pueden despertar la curiosidad o resultar entretenidos. Varios historiadores y científicos sociales han explorado lo que yo denomino la etnografía del fraude electoral. Los etnógrafos del fraude nos ayudan a entender cuál es la línea divisoria entre lo correcto y lo incorrecto a los ojos de quienes participan en elecciones empañadas de fraude. Al comprender las justificaciones de actividades que el observador contemporáneo condena (acaso con demasiada facilidad), los antropólogos del fraude tratan de interpretar los dilemas que éste representó para quienes lo perpetraron y quienes lo vivieron como electores u observadores.
Asimismo, se analizan textos dedicados a evaluar las consecuencias o la magnitud y las causas del fraude electoral. Las obras en las que se evalúa el papel del fraude electoral en la política van desde afirmaciones de que éste es un acontecimiento aislado y aleatorio, hasta afirmaciones de manipulación rampante de votos, como por ejemplo en las elecciones presidenciales tanto de 1988 como de 2006 en México. Es indispensable entender el alcance del fraude para decidir si amerita una atención sistemática. Posteriormente, se examina el puñado de explicaciones que incluyen conjeturas del porqué y el cómo del fraude. Por último, se clasifican las hipótesis acerca de sus causas.
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