¿Qué les dirías a las personas que se oponen a los alimentos transgénicos, y que argumentan que es algo que la ciencia ha creado recientemente?
Respuestas
Respuesta:
Explicación:Los organismos genéticamente modificados (OGM) se han encontrado con una enorme oposición pública en las últimas dos décadas. Muchos creen que los transgénicos son malos para su salud —incluso venenosos— y que dañan el ambiente. Esto ocurre a pesar de la abrumadora evidencia científica que demuestra que los OGM son seguros como alimentos, y que traerán beneficios ambientales al hacer que la agricultura sea más sostenible. ¿Por qué hay tal discrepancia entre lo que la ciencia dice sobre los OGM y lo que piensa la gente?
Sin duda, algunas preocupaciones, como la resistencia a los herbicidas en las malezas y la participación de las multinacionales, no carecen de base, pero no son específicas de los OGM. Por lo tanto, otra pregunta que debemos responder es por qué estos argumentos se vuelven más destacados en el contexto de los OGM.
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Al hacer uso de la intuición y las emociones que trabajan en su mayoría bajo el radar de la percepción consciente —pero que son constituyentes de cualquier mente humana— estas representaciones son fáciles de pensar. Captan nuestra atención, se procesan y se recuerdan fácilmente y, por lo tanto, tienen más posibilidades de ser transmitidas y volverse cada vez más populares, aunque sean falsas. Por lo tanto, muchos se oponen a los OGM, en parte, simplemente debido a que tiene sentido que podrían ser una amenaza.
En el artículo identificamos varias intuiciones que pueden afectar la percepción de la gente de los OGM. El esencialismo psicológico, por ejemplo, nos hace pensar en el ADN como la “esencia” de un organismo, un núcleo inobservable e inmutable que determina la conducta, el desarrollo del organismo y su identidad. Como tal, cuando un gen se transfiere entre dos especies lejanamente emparentadas, la gente tiende a creer que este proceso causará que características típicas del organismo originario aparecerán en el receptor. Por ejemplo, en una encuesta de opinión en Estados Unidos, más de la mitad de los que respondieron dijeron que el tomate modificado con ADN de peces tendría sabor a pescado (por supuesto, no lo tenía).
Claramente, el esencialismo desempeña un papel en las actitudes públicas hacia los OGM. Habitualmente, las personas suelen oponerse más a las aplicaciones de GM que involucran la transferencia de ADN entre dos especies diferentes (“transgénico”) que entre la misma especie (“cisgénicos”). Las organizaciones anti-OGM, como las ONG, explotan estas intuiciones publicando imágenes de tomates con colas de pescado o diciéndole al público que las empresas modifican maíz con ADN de escorpión para hacer cereales crujientes.
Las intuiciones sobre los propósitos e intenciones también tienen un impacto en el pensamiento de las personas sobre los OGM. Ellas nos hacen vulnerables a la idea de que fenómenos puramente naturales existen o suceden con un propósito que es pretendido por algún agente. Estos supuestos son parte integral de las creencias religiosas, pero en ambientes seculares llevan a que las personas consideren a la naturaleza como un proceso o entidad benéfica que asegura nuestro bienestar, y que los seres humanos no deben meterse con ella. En el contexto de oposición a los transgénicos, la modificación genética se considera “no natural” y los biotecnólogos son acusados de “jugar a ser Dios”. El término “alimentos Frankenstein” capta lo que está en juego: ir en contra de la voluntad de la naturaleza en un acto de arrogancia, nos deparará enormes desastres.
El desagrado también afecta las actitudes de la gente hacia los OGM. Probablemente, esta emoción se desarrolló, al menos en parte, como un mecanismo de evasión patógena, impidiendo que el cuerpo consuma o toque sustancias nocivas. Rechazamos las cosas que posiblemente contengan o sugieran la presencia de patógenos como fluidos corporales, carne podrida y gusanos. Esto explicaría por qué el asco opera de inmediato: es mejor renunciar a un alimento seguro de consumir bajo una suposición errónea de que está contaminado, que ingerir comida que puede enfermar, o incluso ser letal, pero que se cree erróneamente que es segura. Por eso, el desagrado puede ser provocado por alimentos completamente inocuos.