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Reconozco que soy de los que mantenían un profundo pesimismo ante las posibilidades de los países árabes y/o islámicos de convertirse en sociedades democráticas homologa bles.
No se trata de ningún prejuicio racial o religioso. Conozco bien ese mundo e incluso aprecio aspectos suyos. Mi pesimismo viene de la imposibilidad democrática de una cultura enraizada en muchos casos en el Estado religioso con unas normas «divinas» que conforman y condicionan toda su vida, desde la cocina al trato -intolerable casi siempre-hacia las mujeres, sumidas en una vergonzante minoría de edad paterna lista en el mejor de los casos-.
No puede haber sociedad democrática en la que la religión tenga algo que decir en el gobierno de los ciudadanos. Siempre pensé que los musulmanes a través del genio de Averroes y tantos otros tuvieron un gran Renacimiento (fueron los introductores del pensamiento griego), pero, ay, nunca tuvieron una ilustración, una revolución burguesa que arrinconara al Viejo Régimen y sus monarquías absolutas. El mundo árabe casi siempre ha vivido entre la dictadura republicana y el credo dictatorial.
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