Investigar sobre lo que representa para el pueblo pemón, la Piedra de la Abuela Kueka.
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No se trata de una simple roca de jaspe que desde hace más de dos décadas se encontraba en otras latitudes, ni tampoco es un capricho gubernamental el de traérsela: una historia de amor está detrás del mito de la piedra Kueka, venerada por la comunidad indígena pemón de Santa Cruz de Mapaurí, en la reserva natural de la Gran Sabana, en el estado Bolívar.
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La leyenda es ancestral y clara: cuando un joven indígena de la comunidad pemón de Taurepán decidió escapar de la tribu y asumir su amor por la joven más hermosa del pueblo de Makuxi, a sabiendas de que era prohibido, nunca pensó que lo que le vendría sería una especie de condena.
El dios Makunaima, al enterarse de su huida, no aprobó la situación y se alteró tanto que fue tras su búsqueda. Y no era para menos, pues las reglas de la familia eran para no romperse jamás: un taurepán no podía juntarse con ninguna mujer fuera de su etnia ¡jamás! Se trataba de un pacto de respeto, de una ley divina.
Sin embargo, el amor no entiende de patrones y así lo demostró el joven indígena: nadie podía ni debía impedir que estuvieran juntos y, ante esto, pidió la mano de su amada, se casó con ella y ambos tomaron otro rumbo para que no los encontraran.
Pero tampoco había limitantes para Makunaima y, en el camino, logró dar con la pareja. Cuando vio al enamorado, no dudó en imprecarlo con furia: “malditx eres. Vivirás siempre abrazado con tu esposa”. Seguidamente, tras la oración, convirtió a la pareja en dos rocas, conocidas por la etnia pemón como la abuela y el abuelo Kueka.
La condena de este amor no era tal para la comunidad pemón, pues por siglos fueron venerados como símbolos sagrados. Nunca debieron separarse, definitivamente, pero el ser humano pudo más: a ella, a la abuela, se la llevaron en 1998. Ambos fueron castigados nuevamente.