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Nuestra estancia en Chaparrí incluye un tour a la cercana comunidad de Santa Catalina de Chongoyape, donde
los artistas unieron sus talentos para pintar un mural en el centro comunitario. Las tierras alrededor del poblado
están desnudas y degradadas y es difícil imaginar el cultivo de tal terreno. Esto nos hace admirar aún más la
resolución de los pobladores y su dedicación en el establecimiento y protección de la reserva de Chaparrí. Ese es
un ejemplo que augura buenas esperanzas para el futuro de la región.
Durante nuestra estancia, visitamos una vivienda, construida de ladrillo y barro. Fuimos invitados a la cocina para
ver los cuyes (cobayos). En medio de un entra y sale de niños, perros y gallinas, subimos al elevado umbral y de
allí entramos a la tenue luz de la cocina. Según nuestros ojos se adaptan a la luz, vemos pequeños grupos de
cuyes (de todas tallas, patrones y colores) amontonados en las esquinas y corriendo de un lado para otro a lo
largo de la pared. Para hacernos el show, nuestro anfitrión agarra un puñado de hierba fresca y lo lanza hacia el
centro del piso. Esto provoca una estruendosa avalancha de chirridos y agudos silbidos, de los pequeños
animales que buscan en el montón de hierba y se disponen a devorarla.
En nuestra última tarde en Chaparrí, Darren Rees y yo desafiamos el sol del mediodía y caminamos hacia arriba,
pasando el cercado del oso hasta alcanzar una vista panorámica; con una espléndida vista de las montañas de
Chaparrí, por un lado, y el embalse y las tierras bajas por el otro. Notamos que el precioso Gorrión de Tumbes es
el ave más común en estas laderas altas secas. Pintar aquí, es un trabajo desafiante y caliente, pero la ligera
brisa hace el calor más soportable. De regreso en la casa, un rápido chapuzón en el río borra pronto los efectos
del polvo y el calor de la tarde; y queda luz solo para que yo termine una acuarela del Colibrí Ventrirrufa, posado
sobre el arroyo.
Después de una semana en la reserva es hora de emprender camino hacia el Norte, aunque muchos de nosotros
lamentamos la partida. Todos coincidimos en que a pesar de la tarántula en la ducha y el ocasional pecarí debajo
de la cama ¡Chaparrí es un fino lugar de estancia para un artista!
En nuestro viaje en dirección Norte, hacia Ecuador, fracasamos en la búsqueda del Alcaraván Peruano y la
Cortarrama Peruana, pero tuvimos mejor suerte con un dormidero de búhos, cerca de Olmos. Nuestro carro
golpea desafortunadamente a un gran perro negro que corrió de repente hacia el medio de la carretera y tuvimos
otros casi-choques con ovejas, cerdos, vacunos y gallinas. Los animales sueltos son un peligro constante
mientras se maneja. Dondequiera vemos evidencias de una infraestructura que se derrumba, y la cantidad de
basura alrededor de los poblados es desconcertante. Con tantos problemas sociales que necesitan atención, nos
preguntamos si la conservación podrá algún día ser una prioridad aquí.Nuestra estancia en Chaparrí incluye un tour a la cercana comunidad de Santa Catalina de Chongoyape, donde
los artistas unieron sus talentos para pintar un mural en el centro comunitario. Las tierras alrededor del poblado
están desnudas y degradadas y es difícil imaginar el cultivo de tal terreno. Esto nos hace admirar aún más la
resolución de los pobladores y su dedicación en el establecimiento y protección de la reserva de Chaparrí. Ese es
un ejemplo que augura buenas esperanzas para el futuro de la región.
Durante nuestra estancia, visitamos una vivienda, construida de ladrillo y barro. Fuimos invitados a la cocina para
ver los cuyes (cobayos). En medio de un entra y sale de niños, perros y gallinas, subimos al elevado umbral y de
allí entramos a la tenue luz de la cocina. Según nuestros ojos se adaptan a la luz, vemos pequeños grupos de
cuyes (de todas tallas, patrones y colores) amontonados en las esquinas y corriendo de un lado para otro a lo
largo de la pared. Para hacernos el show, nuestro anfitrión agarra un puñado de hierba fresca y lo lanza hacia el
centro del piso. Esto provoca una estruendosa avalancha de chirridos y agudos silbidos, de los pequeños
animales que buscan en el montón de hierba y se disponen a devorarla.
En nuestra última tarde en Chaparrí, Darren Rees y yo desafiamos el sol del mediodía y caminamos hacia arriba,
pasando el cercado del oso hasta alcanzar una vista panorámica; con una espléndida vista de las montañas de
Chaparrí, por un lado, y el embalse y las tierras bajas por el otro. Notamos que el precioso Gorrión de Tumbes es
el ave más común en estas laderas altas secas. Pintar aquí, es un trabajo desafiante y caliente, pero la ligera
brisa hace el calor más soportable. De regreso en la casa, un rápido chapuzón en el río borra pronto los efectos
del polvo y el calor de la tarde; y queda luz solo para que yo termine una acuarela del Colibrí Ventrirrufa, posado
sobre el arroyo.
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REPORTE DE LA LECTURA: "UNA MIRADA A CHAPARRÍ”
Después de leer y releer esta bonita lectura, puedo señalar que la intención del autor es darnos a conocer el problema de la contaminación y degradación del bosque a través de contar el viaje que hicieron a Chaparrí (primera área de conservación privada) las personas de la Artist for Nature Foundation (EE. UU.). Por qué al inicio nos recalca que las tierras alrededor están tan mal que es imposible imaginar vegetación ahí, luego al final nos menciona que fue parte de su viaje pasar por ese sitio. Yo opino que es una indirecta para decirnos “miren lo mal que está… ¿pueden hacer algo, al menos por el resto del mundo?” Dicho mensaje es bastante sutil, pero es lo que pude entender según las partes del texto antes mencionadas.