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La democracia se define, en términos generales, como un sistema que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes. En Colombia, como en la mayoría de los países de dicho sistema, sus autoridades se dividen en presidencia, congreso, gobernadores, asambleas departamentales y alcaldes municipales, todas elegidas por el voto popular.
No entremos aquí a tocar más temas sobre democracias a medias, que las hay, en diferentes países con diferente reparto del poder y que en el momento no nos conciernen.
Se supone que esta decisión de democracia es la mejor y más efectiva. Por esta razón fue escogida por Colombia desde sus primeros años, a partir de su llamada independencia. Y también por otros países de este continente, los cuales la practican de acuerdo con la personalidad del presidente.
Mirando sin pasión los resultados de la democracia colombiana, no es mucho lo que tenemos que celebrar. Colombia desde que se instituyó como república, implantó esta democracia, revisada varias veces a lo largo de su vida. Para el suscrito, resultados muy decepcionantes. El país, con algunas excepciones, sigue al mismo nivel que tenía cuando su fundación. La pobreza, que se supone lo primero que un poder debe atender y componer, persiste más o menos en las mismas condiciones, de lo que ha sido su vida.
La riqueza sigue muy concentrada y creciendo. La nueva riqueza generalmente es producto del robo de las arcas oficiales, por parte de extraños, y de funcionarios internos. La nueva riqueza proviene de la coca y el narcotráfico. Esa es la triste realidad.
La criminalidad expresada en su máxima expresión, está representada por la Farc. El crimen encarnado en los más peligrosos guerrilleros, con fortunas extraídas de la coca, el narcotráfico, el asesinato, la extorsión, el secuestro, está entrando a legislar al capitolio, el recinto más sagrado, hasta por las democracias más primitivas. Pero esto no para aquí, todos estos criminales llegarán al Congreso limpios de todos sus pecados mortales, por la inmunidad que los acuerdos celebrados en La Habana, así se decidió. Están entrando como Pedro a su casa, con curules regaladas en los acuerdos del Presidente de Colombia y el personero de los terroristas, Timochenko.
Si la democracia escogida por Colombia desde su nacimiento con una interpretación estricta en la selección de sus funcionarios, así fueran estos excesivos, otra sería nuestra suerte.
Pero eso no es así. Los que pretenden llegar a los altos poderes han convertido al pueblo votante en personas de baja categoría, enseñados al voto comprado y vendido, a la trampa electoral.
No entremos aquí a tocar más temas sobre democracias a medias, que las hay, en diferentes países con diferente reparto del poder y que en el momento no nos conciernen.
Se supone que esta decisión de democracia es la mejor y más efectiva. Por esta razón fue escogida por Colombia desde sus primeros años, a partir de su llamada independencia. Y también por otros países de este continente, los cuales la practican de acuerdo con la personalidad del presidente.
Mirando sin pasión los resultados de la democracia colombiana, no es mucho lo que tenemos que celebrar. Colombia desde que se instituyó como república, implantó esta democracia, revisada varias veces a lo largo de su vida. Para el suscrito, resultados muy decepcionantes. El país, con algunas excepciones, sigue al mismo nivel que tenía cuando su fundación. La pobreza, que se supone lo primero que un poder debe atender y componer, persiste más o menos en las mismas condiciones, de lo que ha sido su vida.
La riqueza sigue muy concentrada y creciendo. La nueva riqueza generalmente es producto del robo de las arcas oficiales, por parte de extraños, y de funcionarios internos. La nueva riqueza proviene de la coca y el narcotráfico. Esa es la triste realidad.
La criminalidad expresada en su máxima expresión, está representada por la Farc. El crimen encarnado en los más peligrosos guerrilleros, con fortunas extraídas de la coca, el narcotráfico, el asesinato, la extorsión, el secuestro, está entrando a legislar al capitolio, el recinto más sagrado, hasta por las democracias más primitivas. Pero esto no para aquí, todos estos criminales llegarán al Congreso limpios de todos sus pecados mortales, por la inmunidad que los acuerdos celebrados en La Habana, así se decidió. Están entrando como Pedro a su casa, con curules regaladas en los acuerdos del Presidente de Colombia y el personero de los terroristas, Timochenko.
Si la democracia escogida por Colombia desde su nacimiento con una interpretación estricta en la selección de sus funcionarios, así fueran estos excesivos, otra sería nuestra suerte.
Pero eso no es así. Los que pretenden llegar a los altos poderes han convertido al pueblo votante en personas de baja categoría, enseñados al voto comprado y vendido, a la trampa electoral.
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