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esde sus inicios, antes de llamarse teatro, se le conocía a éste como ritual que se realizaba en eventos alrededor de una fogata donde todos danzaban, cantaban, actuaban, hacían un rito para un cierto dios pidiendo algo para la tribu o entorno; todos como comunidad y como uno solo, pidiendo algo, compartiendo una misma energía.
Después, aparecieron los griegos quienes entregaban su vida, si era necesario, para que la obra de teatro tuviera el efecto deseado, siempre y cuando la obra así lo requiriera. Eran demasiado supersticiosos, por lo cual no se permitía que las mujeres actuaran en las representaciones, pues decían que era de mala suerte (aclarando que también eran algo machistas).
Así, en el transcurso del tiempo y en la historia del teatro se ha dado a notar el ritual. En la actualidad se ha ido perdiendo la ceremonia, la ritualidad, la comunión en el espacio escénico. Los escenarios se han llenado de egos innecesarios y los montajes actualmente carecen de esa energía que nos hace estar al pendiente de la escena al borde de nuestras butacas, estremecernos y sentirnos identificados con lo que les pasa a los personajes. Tal vez en este punto se podría contestar a la pregunta: ¿y porque ya no hay público? Aquí también se tendría que hacer la pregunta: ¿qué tanto estamos dejando energéticamente los actores de nosotros mismos y en comunión no sólo a los participantes de la escena sino también al público? Cada día hay más artistas escénicos, pero también cada vez están más llenos de vicios que no funcionan para este arte, pues no los dejan estar en sincronía con el otro ser que los acompaña en escena. Para hacer teatro se tiene que trabajar para el otro y ser generoso. El simple acto de pararse en un escenario es un acto de generosidad y comunión. Pero al parecer, el actor en estos tiempos está tan preocupado por darle gusto al público de artistas que lo observa desde su butaca que se le olvida que está dentro de un rito que es parte de este gran ritual llamado teatro.
En las iglesias –por lo menos en las católicas– se congregan multitudes de personas que tienen fe y una creencia en común. Mientras están dentro del recinto religioso tienen fe en que alguien más allá está escuchando sus ruegos, y que el que está al lado es su igual, pues comete errores y tiene pecados, igual que él. Ésta puede ser una razón para que las religiones tengan tanto éxito, pues se profesa con la generosidad.