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Durante el período del pensamiento griego existía un crisol de cuestiones filosóficas, científicas y religiosas, cuyo pensamiento giraba en torno a las creencias sobre mitos. La mayoría de la población griega basaba sus afirmaciones en supersticiones, rituales, leyendas heroicas de poder sobrenatural. Sin embargo, la vida religiosa, de carácter politeísta, tenía un peso muy arraigado en sus vidas cotidianas. El griego común vibraba en sintonía con las obras de Hesíodo y Homero, y en ese sentido les llevaba hasta el cenit de sus pensamientos más profundos, a direccionar su esfera más íntima hacia el mito. Detrás de cualquier mito griego se esconde un mensaje metafísico, de lacado cósmico que, obviamente, no llegaba a toda la red social griega, sino a un sector privilegiado de conocimientos espirituales, una fuente de sabiduría que ha ido emanando desde otras civilizaciones, tales como la egipcia, e influidas también por corrientes orientales. La hondura de este pensamiento ha llegado a nosotros, hoy día, a través de la cultura, el arte, la música, incluso en nuestro argot popular existen infinidades de referencias hacia la cultura griega que nos es muy distintivo en nuestra sociedad.
En la cultura griega se produce una escisión en los siglos V y VI a.C. con interrogantes sobre la naturaleza, el hombre, el destino, el universo, la muerte, entre los temas más destacados, que debían ser evaluados por un conocimiento más racional. Se creó un ambiente intelectual cuyo rango principal era despejar la membrana pagana que giraba en torno a la sociedad griega. Sin herir sensibilidades y con el máximo respeto hacia el pueblo, los filósofos presocráticos fueron los pioneros en abrir una brecha entre mito y filosofía.