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Muchos manuales nos recuerdan la necesidad de variar la longitud de nuestras frases. Pero, por mucho que éste sea un consejo bien sabido por todo el mundo, tengo la sensación de que pocos de nosotros nos hemos tomado el tiempo de pararnos a estudiar un texto cualquiera para ver si sigue este consejo… y para descubrir cómo empeoraría en caso de no seguirlo.
Hace un par de meses di con un fragmento Gary Probost que ilustraba este fenómeno a la perfección, y quiero compartirlo con vosotros porque muestra de una forma inmejorable lo importante que es la sonoridad de nuestra prosa.
Aquí tenéis la traducción del texto de Gary Probost al castellano:
«Esta frase tiene cinco palabras. Y aquí tienes otras cinco. No son unas malas frases. Pero sí que resultan monótonas. Escucha lo que está pasando. La escritura se hace aburrida. Su sonido parece un zumbido. Es como un disco rayado. El oído pide cierta variedad.
Ahora escucha. Cambio la longitud de la frase, y empiezo a crear música. Música. La escritura canta. Tiene un ritmo agradable, una entonación, una armonía. Utilizo frases cortas. También utilizo frases de longitud media. Y a veces, cuando sé que el lector está descansado, lo engancho con una frase de una longitud considerable, una frase enérgica que construyo con el ímpetu de un crescendo, un redoble de tambores, el tañir de unos platillos que dice escucha esto, es importante.
Combina frases cortas, medianas y largas. Crea una melodía que agrade al oído del lector. No escribas sólo palabras. Escribe música.»
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