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Respuesta:Cuando escuchamos a una persona hablando, nuestro cerebro trata de interpretar cuál es su género, edad o tono a modo de contextualización. No obstante, al oír un alarido no precisamos de tal información, por lo que siguen otra ruta diferente: se envían desde el oído a la amígdala, estructura interna del cerebro especialmente sensible a los sonidos emitidos con este tipo de modulaciones e involucrada en el procesamiento de peligros. Poeppel asegura que en las imágenes se mostró cómo se activaban los circuitos asociados al miedo.
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