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La respuesta exacerbada la han señalado algunos inmunólogos como una tormenta de citocinas que conducen a respuestas inmunitarias muy desajustadas, las cuales, además de causar daño tisular, pueden aumentar la replicación viral, induciendo afecciones muy severas, hasta la muerte.
En el COVID-19, cuando un humano se infecta por primera vez, su cuerpo lanza una defensa inmunitaria dura, llamada inmunidad innata, como lo haría con cualquier otro virus. Esto implica la liberación de citocinas, las hormonas de la defensa inmunológica, como los interferones, que afectan la capacidad del virus de replicarse dentro de las células epiteliales en el caso de los coronavirus.
Los interferones también reclutan otras células inmunitarias para atacar al virus y evitar que se propague. Idealmente, esta respuesta inmunitaria innata permite a los humanos obtener rápidamente control sobre la infección; no obstante, el virus tiene sus propias defensas para evitar o escapar del efecto de la respuesta inmunitaria.
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