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El 31 de de octubre de 1517 es una fecha para no olvidar. Se trata de una de las efemérides más significativas de la historia europea y quizá de la historia universal. Ese día, presumiblemente, el joven fraile agustino Martín Lutero clavó sus 95 tesis contra las indulgencias (Disputatio pro declaratione virtutis indulgentiarum)” en las puertas de la iglesia de Wittenberg, que fungían como tablón de anuncios para el debate entre los colegas universitarios. “No puedo describir la emoción, la verdadera y dramática sensación que provocan”, fue el comentario de Erasmo de Roterdam, a quien no le extrañó el ruido provocado por su publicación, ya que Lutero había cometido “dos faltas imperdonables: haber atacado la tiara del papa y el vientre de los frailes”. Las 95 tesis marcan el inicio de la Reforma protestante, un acontecimiento que supuso una transformación profunda de la sociedad, la cultura, la política, la economía y el cristianismo europeos y dio lugar a un cambio de paradigma civilizatorio. La Reforma era un clamor generalizado dentro y fuera de la Iglesia. Venía reclamándose cada vez con más fuerza desde finales del siglo XIV ante la falta de respuestas del cristianismo institucional a los desafíos de la nueva era que estaba naciendo y ante la corrupción generalizada que se daba entre los dirigentes de la Iglesia, como reconoce el papa Francisco: “En ese tiempo... había corrupción en la Iglesia, mundanidad, apego al dinero, al poder y por eso él [Lutero] protestó”. La Reforma protestante fue un movimiento plural que se movió en dos direcciones. Una es la magisterial, representada por los maestros de Wittenberg, entre los que destacan Lutero y Melanchton, y por Calvino, perteneciente a la segunda generación. Otra es la radical, representada, entre otros, por Tomas Müntzer, destacado líder en la Guerra de los Campesinos, a quien en Ernst Bloch llama “teólogo de la liberación” en una obra del mismo título publicada en 1921, y Karlstadt, que se mostraba “afligido por el desprecio de Lutero hacia [la carta de] Santigo” y llamaba la atención sobre su descuido de los aspectos morales de la Reforma. Sin embargo, la tendencia, tanto dentro como fuera del protestantismo, es a supervalorar la reforma magisterial y a devaluar la radical.